OPERACIÓN REDIMENSIONAMIENTO / OJO ADVENTISTA.
La mayoria de los articulos de "Estatologico" estan siendo transferidos a dos nuevas secciones de Ojo Adventista: OPINIONES del MUNDO y NUEVO ORDEN MUNDIAL.

domingo, 18 de octubre de 2009

Misión no cumplida. Por Paul Krugman

Las acciones suben. Ben Bernanke dice que la recesión ha terminado. Y percibo una disposición cada vez mayor entre los mandamases a declarar la "misión cumplida" en cuanto a la lucha contra la crisis. No paro de oír que es hora de dejar de centrarnos en el estímulo económico para ocuparnos del déficit presupuestario. Pues no, no es así. Y la complacencia que ahora se está adueñando de la visión de la situación de la economía es tan absurda como peligrosa.

Sí, la Reserva Federal y la Administración de Obama nos han "apartado del borde del precipicio" (el título de un nuevo informe de Christina Romer, que dirige el Consejo de Asesores Económicos). Sostiene de forma convincente que la política expansionista nos ha salvado de una posible repetición de la Gran Depresión.

Pero, aunque no tener otra depresión es bueno, todo indica que, a menos que el Gobierno haga mucho más de lo que actualmente está previsto para ayudar a la economía a recuperarse, el mercado laboral (un mercado en el que actualmente hay seis veces más personas buscando trabajo que puestos vacantes) seguirá en una situación terrible durante años.

De hecho, la previsión económica de la propia Administración (una previsión que tiene en cuenta los puestos de trabajo adicionales que el Gobierno dice que se crearán gracias a sus políticas) es que la tasa de paro, que estaba por debajo del 5% hace tan sólo dos años, será de media del 9,8% en 2010, del 8,6% en 2011 y del 7,7% en 2012.
Esto no debería considerarse una perspectiva aceptable. Por un lado, implica una enorme cantidad de sufrimiento durante los próximos años. Además, un paro que siga tan alto durante tanto tiempo hará que el futuro de Estados Unidos sea muy sombrío.

Cualquiera que piense que estamos haciendo lo suficiente para crear empleo debería leer un nuevo informe de John Irons, del Instituto de Política Económica, que describe la "cicatriz" que es probable que deje un paro alto y prolongado. Entre otras cosas, Irons señala que una prolongada tasa de paro de la magnitud que ahora se prevé conduciría a un enorme aumento de la pobreza infantil; y que hay pruebas innegables de que los niños que crecen en la pobreza tienen una probabilidad preocupante de arruinar su vida.

Este coste humano debería ser nuestra principal preocupación, pero las consecuencias en dólares y céntimos también son funestas. Las previsiones de la Oficina Presupuestaria del Congreso, por ejemplo, indican que durante el periodo de 2010 a 2013 (es decir, sin contar las pérdidas que ya hemos sufrido), la "brecha de producción", la diferencia entre lo que la economía podría haber producido y lo que realmente produce, será de más de dos billones de dólares. Eso son billones de dólares de potencial productivo tirados por la borda.

Pero esperen. La cosa se pone peor. Un nuevo informe del Fondo Monetario Internacional muestra que la clase de recesión que hemos tenido, una recesión causada por una crisis financiera, suele producir daños a largo plazo en las perspectivas de crecimiento de un país. "La trayectoria de la producción tiende a caer sustancial y persistentemente después de las crisis bancarias".

Sin embargo, el mismo informe indica que no se trata de algo inevitable: "Encontramos que una respuesta de política fiscal a corto plazo más enérgica" -y con esto se refieren a un aumento temporal del gasto público- "se asocia de forma significativa a unas pérdidas de producción menores a medio plazo".

Así que deberíamos estar haciendo mucho más de lo que hacemos para impulsar la recuperación económica, no sólo porque así se reduciría nuestro sufrimiento actual, sino también porque mejorarían nuestras perspectivas a largo plazo.

¿Pero podemos permitirnos hacer más: ofrecer más ayuda a los parados y los gobiernos estatales que se ven acorralados, gastar más en infraestructuras, ofrecer créditos fiscales a los empresarios que creen empleo? Sí, podemos.

Es una creencia generalizada que tratar de ayudar a la economía ahora genera beneficios a corto plazo a costa de pérdidas a largo plazo. Pero, como acabo de señalar, desde el punto de vista del país en su conjunto, las cosas no funcionan así en absoluto. La crisis está causando daños a largo plazo en nuestra economía y sociedad, y mitigar esa crisis nos conducirá a un futuro mejor.

Lo que es verdad es que gastar más en la recuperación y en reconstrucción empeoraría la situación fiscal del Gobierno. Pero, incluso en eso, la creencia generalizada exagera muchísimo las cosas. Los verdaderos costes fiscales de apoyar la economía son sorprendentemente pequeños.

Ya ven, gastar dinero ahora equivale a una economía más fuerte, tanto a corto como a largo plazo. Y una economía más fuerte equivale a más ingresos, lo que compensa una gran parte del coste inicial. Los cálculos, grosso modo, indican que la compensación no llega al 100%, de modo que el estímulo fiscal no sale del todo gratis. Pero cuesta mucho menos de lo que uno pensaría tras escuchar lo que se supone que es una discusión informada.

Miren, yo sé que más estímulo es una política difícil de vender. Pero es urgentemente necesario. La pregunta no debería ser si podemos permitirnos hacer más para impulsar la recuperación. Debería ser si podemos permitirnos no hacerlo. Y la respuesta es no.


Fuente: El País.com / 2009 New York Times Service.
Autor: Paul Krugman (28 de febrero de 1953) es un economista, divulgador y periodista norteamericano, cercano a los planteamientos neokeynesianos. Actualmente profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton. Desde 2000 escribe una columna en el periódico New York Times. En 2008 fue galardonado con el Premio Nobel de Economía.
Traducción: News Clips.

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viernes, 16 de octubre de 2009

Un nuevo enfoque para la seguridad alimentaria. Por Hillary Rodham Clinton

Día Mundial de la Alimentación

Para 1.000 millones de personas en el mundo, el esfuerzo diario de cultivar, comprar o vender alimentos es el esfuerzo que define su vida. Eso es importante para ellos, y para todos nosotros.

Consideren a una de las pequeñas agricultoras del mundo. Vive en una aldea, se levanta antes del alba y camina varios kilómetros para recoger agua. Trabaja todo el día en un campo, a veces cargando a un bebé en la espalda. Si la sequía, las enfermedades o las pestes no destruyen sus cosechas, quizá tenga suficiente para alimentar a su familia y algo para vender. Pero no hay carretera que llegue al mercado más cercano y no hay nadie en la aldea que pueda darse el lujo de comprarle sus productos.

Consideremos a un joven en una ciudad a más de 100 kilómetros de distancia de esa agricultora. Cobra unos centavos en su trabajo. Va al mercado pero los alimentos allí se están pudriendo o los precios están fuera de su alcance. La agricultora tiene alimentos extra para vender, y él quiere comprarlos. Pero esa transacción sencilla no puede ocurrir debido a fuerzas complejas más allá de su control.

Hacer frente al desafío del hambre mundial está en el centro de la "seguridad alimentaria" -facultar a los agricultores del mundo para que siembren y cosechen cultivos abundantes y pesquen o cuiden efectivamente del ganado- y asegurar que lo que producen llega a las personas más necesitadas. La seguridad alimentaria representa la convergencia de cuestiones complejas: sequías e inundaciones causadas por el cambio climático, altibajos en la economía mundial que afectan a los precios de los alimentos y alzas en el precio del petróleo que aumentan los costes de transporte. La seguridad alimentaria también es seguridad nacional. El hambre crónica amenaza la estabilidad de los gobiernos y las sociedades. Las personas que no tienen nada para comer o están desnutridas y no pueden cuidar de sus familias sienten una desesperanza que puede llevar a la tensión, los conflictos, e incluso a la violencia. Desde 2007, se han producido disturbios a causa de los alimentos en más de 60 países.

Los fracasos de la agricultura en muchas regiones del mundo tienen un impacto poderoso en la economía mundial. La agricultura es la única o la principal fuente de ingresos para más de tres cuartas partes de los pobres del mundo. Cuando tantos trabajan arduamente cada día pero no pueden salir adelante es el mundo entero el que no progresa.

La Administración Obama considera el hambre crónica como una prioridad clave de nuestra política exterior. Otros países se nos unen en este esfuerzo. Las principales naciones industrializadas han comprometido más de 22.000 millones de dólares durante más de tres años para impulsar el crecimiento económico de la agricultura. El 26 de septiembre, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, y yo organizamos una reunión de líderes de más de 130 países para lograr apoyo internacional.

Nuestro enfoque se basará en nuestra experiencia. Hemos empleado demasiados años y dinero en proyectos de desarrollo que no han rendido resultados duraderos, pero hemos aprendido de estos esfuerzos. Ahora sabemos que las estrategias más efectivas surgen de quienes se encuentran más cerca de los problemas, no de las instituciones o gobiernos extranjeros a miles de kilómetros de distancia. Sabemos que el desarrollo funciona mejor cuando se percibe como una inversión, no como una ayuda.

Teniendo en cuenta esas lecciones, nuestra iniciativa de seguridad alimentaria se guiará por cinco principios.

Primero, no hay un modelo que sirva para todos. Así que trabajaremos con países socios para crear y aplicar sus planes.

Segundo, atenderemos las causas fundamentales del hambre al invertir en todo, desde mejores semillas hasta seguros para pequeños agricultores. Es crítico que nuestras inversiones en agricultura apoyen la ambición y perseverancia de las mujeres agricultoras.


Tercero, ninguna entidad puede erradicar el hambre por sí sola. Pero si los interesados trabajan juntos -coordinando a nivel nacional, regional y mundial- nuestro impacto puede multiplicarse.

Cuarto, apoyaremos a las instituciones multilaterales que tienen el alcance y los recursos que se extienden más allá de cualquier país.


Por último, prometemos compromiso y responsabilidad a largo plazo. Para demostrarlo, invertiremos en instrumentos de vigilancia y evaluación que permitan que el público vea lo que hemos hecho.


Este esfuerzo puede alargarse durante años, incluso décadas, antes de que lleguemos a la meta, pero ofrecemos todos nuestros recursos y energía. Mientras realizamos este esfuerzo, mantendremos nuestro compromiso profundo a la ayuda alimentaria de emergencia, para responder al urgente llamamiento de socorro cuando ocurran tragedias y desastres, como sucede ahora en el Cuerno de África, donde la sequía, fracasos en las cosechas y la guerra civil han causado la peor crisis en 18 años.

Revitalizar la agricultura mundial no será fácil. En realidad, es uno de los esfuerzos de diplomacia y desarrollo más ambiciosos y completos que nuestro país haya emprendido jamás, pero puede hacerse y vale la pena hacerse. Y si tenemos éxito, nuestro futuro será más próspero y más pacífico que nuestro pasado.


Fuente: ElPais.com
Autor: Hillary Rodham Clinton, (1947-) es una abogada y política, actual Secretaria de Estado de los Estados Unidos. Fue Senadora Junior de los Estados Unidos por el Estado de Nueva York y fue candidata a la nominación demócrata en la elección presidencial de 2008. Está casada con Bill Clinton, 42º Presidente de los Estados Unidos y fue la Primera Dama de los Estados Unidos de 1993 a 2001.

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domingo, 4 de octubre de 2009

60 años no es nada. Francisco G. Basterra

Sesenta años son sólo una brizna de historia, pero para China han supuesto un inmenso salto desde una sociedad campesina a la tercera economía del mundo, a una nación orgullosa respetada globalmente, con clases medias que compran en Ikea y un sistema que en 30 años ha conseguido sacar a 300 millones de habitantes de la pobreza. Una política exterior global que se proyecta en África, Latinoamérica y Oriente Medio, sedienta de materias primas. Un país indispensable para afrontar el cambio climático -es al tiempo el primer contaminador de la atmósfera- o detener a los ayatolás de Irán. Pero viendo las imágenes de la colosal celebración del aniversario del nacimiento de la China comunista, el salto no es tan manifiesto. Desde el mismo lugar en el que Mao proclamó, el 1 de octubre de 1949, el nacimiento de la República Popular China: "El pueblo chino se ha levantado", su sucesor, Hu Jintao, con un traje de cuello Mao de diseño, presidía un desfile de masas y cacharrería militar, sólo de fabricación china, con una coreografía réplica de los mejores años de la URSS de Stalin. Había sido prohibido en todo Pekín el vuelo de cometas y la población tenía órdenes estrictas de no asomarse a las ventanas. Un millón de voluntarios estaban encargados de asegurar la estabilidad social del acontecimiento y de informar de comportamientos sospechosos. Control total: hasta las nubes habían sido bombardeadas horas antes para anticipar la lluvia y conseguir un día radiante. Aunque 1949 y 2009 separan a dos mundos, el dirigismo estatal y el orden son todavía en China valores superiores a las libertades y al individuo. La ceremonia proyectó una imagen de poder en ascenso, orgullo nacional, una enorme fuerza controlada.

El jueves no se celebraba en la gigantesca explanada de Tiananmen a la China de Mao, sino a la China del pequeño timonel, Deng Xiaoping. La historia de la República Popular tiene dos capítulos claramente diferenciados. Los primeros 30 años son de Mao: el sagaz líder campesino vencedor de una guerra civil devuelve la dignidad y la integridad territorial a China. Copia el modelo soviético y pone en marcha una brutal operación de ingeniería social, con el Gran Salto Adelante. Una tremenda hambruna y millones de muertos pusieron término a esta locura. En 1966, el Gran timonel desató la Revolución Cultural, una orgía de terror para restaurar la pureza de su revolución. A Deng, acusado de "burgués y reaccionario", le costó el exilio interior, y su hijo mayor, Deng Pufang, quedó parapléjico tras ser torturado. El resistente Deng hace la autocrítica, vuelve rehabilitado a Pekín y, en 1979, abre las compuertas al pragmatismo, dejando que los hechos, no la ideología, sean el principio rector del sistema. Allí pronuncia su famosa frase: "No importa si es un gato negro o un gato blanco. Siempre que sepa cazar ratones será un buen gato". Deng daba paso al socialismo con características chinas que ha permitido multiplicar por 14 el crecimiento de la economía en 30 años. China continúa sin embargo siendo un país pobre. Un estudio del FMI señala que, en términos de Producto interior bruto per cápita, no está todavía entre los primeros 100 países del mundo: se sitúa por detrás de Cabo Verde y por encima de Irak. Pero al tiempo es el taller mundial: fabrica las dos terceras partes de todas las fotocopiadoras y zapatos, el 30% de los ordenadores personales, el 60% de los móviles, y el 75% de los juguetes. China ha salido antes de la recesión, tirando de otras naciones y consolidando así su peculiar sistema híbrido: un cuasi capitalismo de Estado con un autoritarismo semidemocrático, en palabras del profesor David Shambaugh, en la revista Time.

Responder a la cuestión de ¿adónde va China? es uno de los ejercicios más apasionantes de este comienzo de siglo. Estamos, 60 años después de su nacimiento, ante un país, una sociedad, no comunista dirigida por un partido comunista. Gran pirueta histórica. La legitimidad del PCCh se ha sostenido en su capacidad de ofrecer prosperidad económica, manejando los desequilibrios campo/ciudad, ya existen las clases sociales, y abriendo con extremada cautela la válvula de las libertades. Todo ello sin perder su monopolio del poder. Topa con muchos problemas: la degradación del medioambiente, la corrupción, la integración de los otros: disidentes urbanos, musulmanes de Xinjiang, tibetanos. El éxito del modelo ha provocado una nueva revolución, la de las expectativas crecientes. Si es capaz de continuar alimentándolas, 60 años puede que no sean nada.


Fuente: El País.com
Autor: Francisco G. Basterra, español, docente de la Universidad Complutense. Ex director general de CNN+ y director de los Servicios Informativos de Canal+. Colaborador habitual de El País, del cual fue subdirector de la edición dominical

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