OPERACIÓN REDIMENSIONAMIENTO / OJO ADVENTISTA.
La mayoria de los articulos de "Estatologico" estan siendo transferidos a dos nuevas secciones de Ojo Adventista: OPINIONES del MUNDO y NUEVO ORDEN MUNDIAL.

lunes, 27 de julio de 2009

¿Quién debe pagar la crisis? Por Sami Naïr

El gran poeta francés Edmond Jabès decía de la vida que pasa: "eso sigue su curso". Podemos decir lo mismo de la crisis mundial, y con el mismo tono desengañado y resignado. Porque aunque todo cambie rápidamente, nada cambia en profundidad. Los actores siguen siendo los mismos: los defensores del capital y los representantes de los asalariados. Y, en medio, está la gran e ingente masa de los que nada temen. Pero el debate sobre cómo salir de la crisis ya está en marcha, tanto en EE UU como en Europa, y todos deberán pagar algo. Queda aún por saber quién tiene que pasar primero por caja.

Si planteamos la cuestión de la responsabilidad de la crisis, sabemos quiénes son los culpables: mercados financieros, especuladores delincuentes, banqueros poco escrupulosos, dirigentes políticos cómplices, y partidos políticos que han avalado de hecho este capitalismo especulativo sin ley alguna. Éste es un capitalismo que en el fondo se opone radicalmente al gran capitalismo social basado en el equilibrio entre capital y trabajo, tal como funcionó desde finales de la II Guerra Mundial hasta principios de los ochenta del siglo XX.

La ley del nuevo sistema, que ha prevalecido desde entonces, es sencilla: exigencia de rentabilidad anual del capital totalmente irracional, a un nivel medio del 15% al 20%, y totalmente desconectada de la riqueza real de las empresas. Eso significa, pues, que el capital especulativo y el capital que se posee realmente están desconectados. Y, también, que se produce una sobreremuneración del capital. Pero este crecimiento de capital tenía que llegar de algún sitio. Llegará de la compresión de los sueldos que caracteriza a todas las economías desarrolladas desde principios de los años ochenta. Tanto en EE UU como en Europa, los salarios han evolucionado en realidad a la baja tendencial. Pero, ¿cómo mantener la actividad especulativa, a pesar de esta baja y con la consiguiente falta de ahorro interno? Con el endeudamiento de las hipotecas inmobiliarias. He ahí unos casos de manual: Estados Unidos, Reino Unido, Irlanda y España. Y, en todas partes, la carrera desenfrenada por obtener beneficios no basados en el trabajo ha fomentado la aparición de productos financieros tóxicos y el sobreendeudamiento de las familias en un contexto histórico mundial de deflación salarial. De ahí la crisis de las subprime, y la crisis financiera mundial.

Ahora bien, la falsedad de este sistema ha estallado hoy de verdad. Hemos pasado de una crisis de especulación financiera a una crisis económica, y de ésta a una recesión mundial. De ahí que aumente, y seguirá aumentando más aún, un desempleo masivo. ¿Cómo salir de esta situación?

Hay dos visiones: la de los responsables de la crisis y la de las víctimas. Los responsables mantienen el discurso de siempre: ¡que paguen los demás! Después de que los gobernantes hayan entregado millones de dólares, euros y yens a los bancos, ahora exigen éstos, con el Sr. Trichet y el BCE a la cabeza, que se realice una "reforma" del mercado laboral, es decir, que los sueldos se rebajen más aún, que se reduzcan las compensaciones de desempleo y que la precariedad laboral sea la regla. Resumiendo: que las víctimas paguen la crisis. Tras haberse opuesto en todo momento a una regulación de los mercados financieros, el sistema bancario nacional e internacional amenaza ahora a los Estados exigiéndoles que le rellenen sus arcas y, al mismo tiempo, que obliguen a los asalariados a aceptar los sacrificios que él mismo no quiere asumir de ninguna manera. En EE UU, una cuarta parte de los asalariados sufren ya las consecuencias de esta política desde que empezó la crisis. En España, las reivindicaciones de la CEOE, que los bancos apoyan, son de precisión quirúrgica: impugnar el coste de los despidos, reducir las cotizaciones sociales de las empresas, disminuir la indemnización de desempleo y, sobre todo, flexibilizar aún más el mercado de trabajo, aunque la Comisión Europea lleve años reprochándole a España sus sueldos excesivamente precarios. Los gobiernos están entre dos fuegos: el de los empresarios y los banqueros, a la ofensiva, y el de unos sindicatos que, todo hay que decirlo, están librando una batalla estrictamente defensiva.

¿Hay acaso otra solución? Sí que la hay, pero implica que cambiemos el curso de los acontecimientos. Que pongamos en marcha una reactivación económica distinta, que estimulemos el poder de compra aumentando los salarios, que garanticemos el crédito creando estructuras de garantía, que obliguemos a los bancos, con la presencia del Estado en sus consejos de administración, a invertir en proyectos sociales, etc. Pero cabe preguntarse: ¿son los asalariados capaces de imponer esta visión a los responsables de la crisis?


Fuente: ElPaís.com
Autor: Sami Naïr, (Tlemcen, Argelia, 23 de agosto de 1946) es un politólogo, filósofo, sociólogo y catedrático argelino nacionalizado francés, especialista en movimientos migratorios y creador del concepto de codesarrollo. Es una de las voces destacada del progresismo en Europa, asesor del gobierno de Lionel Jospin de 1997 a 1999 y europarlamentario hasta 2004, es vicepresidente desde 2001 del Mouvement des citoyens o Movimiento de los Ciudadanos.
Traducción: M. Sampons.
Viñeta: "Capitalismo" por Eneko / 20minutos.es

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lunes, 20 de julio de 2009

El lado oscuro de la Luna ¿Llegó el hombre a la Luna?

El lado oscuro de la Luna. 1/6
Titulo original: Opération lune
Titulo ingles: Dark Side of the Moon
Director: William Karel
Duracion: 52 minutos
Año: 2002
Producción: ArteFrance / Francia

Basándose en imágenes de archivo reales sacadas de contexto, y mezclando hábilmente datos verdaderos y falsos, el documental analiza en "clave parodica" la posibilidad de que Richard Nixon, presidente de Estados Unidos en 1969, hubiese urdido una compleja trama para hacer creer a todo el mundo que la nave tripulada Apollo 11 había aterrizado en la Luna.

El argumento del documental se hace creíble en un principio, ciertamente respaldado por la credibilidad de la productora, ARTE France, y el aspecto de documental bien realizado que ofrece. Ademas, cuenta con los testimonios de, entre otros, Donald Rumsfeld, ex-secretario de Defensa de Estados Unidos; Henry Kissinger, ex-secretario de Estado de EEUU; Richard Helms, ex-director de la CIA; la viuda de Stanley Kubrick, cineasta que presuntamente habria rodado las falsas tomas lunares; el astronauta Edwin Aldrin, su mujer y otros trabajadores de la NASA. Todas estas personas al parecer no eran conscientes de la naturaleza del documental, y sus testimonios están sacados de contexto, como admite el director, William Karel. El resto es solo parte de un "guion inventado", como queda claro al final del documental, momento en el que se ofrecen las tomas falsas de los participantes, en las que se les ve leyendo el guion previsto, riendo y equivocándose.

Incompresible es el motivo de esta "broma" que ayuda a aumentar el descrimiento sobre la realidad del alunizaje. Según datos de The New York Times, un 6% de los estadounidenses cree que la llegada del Apolo 11 a la Luna fue una ficción concebida "para elevar la moral y el orgullo del pueblo americano". Para muchos, el origen de este mal nacional estaría en los reveses del ejército y el Gobierno de EEUU en la guerra de Vietnam.

La Voz de Galicia bajo el titulo "40 años de la llegada a la luna: las teorías de la conspiración", hace el siguiente comentario: "Irán. Año 2002. Cumbre del volcán Savalán, a 4.800 metros. Un montañero local observa fascinado cómo la luna nueva asoma entre los picos e ilumina todo el valle y comenta a los escaladores occidentales: «No me creo que el hombre pisase la Luna, es todo mentira, propaganda». Los forasteros se miran consternados. ¿Cómo es posible que décadas después haya quien cuestione el sueño acariciado por Julio Verne? Un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad. Cuatro días de leyenda".

"Es inevitable emocionarse. La grabación en blanco y negro difunde una voz metálica en inglés y en off, entre pitidos, que mide la distancia en pies y, de repente, grita alborozada comunicando a cabo Cañaveral: «Floor, floor, ok» (suelo, suelo, todo bien)".

"Isaac Asimov, en un libro sobre la historia de la ciencia, dijo que lo que más le sorprendió del alunizaje fue la retransmisión en directo por televisión a 1.000 millones de espectadores. ¿Había una cámara de televisión en la Luna?"

"Desde entonces, han surgido múltiples teorías que sostienen que Estados Unidos perpetró un fraude para ganar la carrera espacial a la URSS en plena guerra fría. ¿El mayor triunfo propagandístico de la historia? Fotos trucadas, la caída de un foco durante el rodaje en un desierto de Las Vegas, banderas que ondean al viento en el suelo selenita sin atmósfera o el hallazgo de una civilización extraterrestre. ¿Por qué Armstrong guardó siempre silencio? ¿Por qué se suspendieron los viajes desde 1972 y nadie ha regresado? Pocas acusaciones cuestionan la base científica para ir y volver del satélite, situado a 300.000 kilómetros de la Tierra".

Instrumental primitivo

"Una visita al Museo Nacional y Espacial de Washington siembra más dudas. El centro expone una réplica del módulo lunar y la cápsula gemela de mandos de la tripulación. Al examinar con detenimiento el instrumental de navegación, se observan vetustas válvulas, altímetros anticuados y, lo más importante, ¿dónde está la computadora de a bordo para dirigir las maniobras? Al visitante educado en la era digital le asalta la incredulidad: 'Esto parece el salpicadero de un Seat 600. Me creo que subiesen arriba, pero ¿volver? No tenían tecnología suficiente, esto es una chatarra prehistórica'. Habría que ser muy héroe para arriesgar la vida en esa cacerola. ¿Son los mismos prejuicios que surgen entre el cedé (CD) y el disco de vinilo?"

"La duda tecnológica surgió en 1978. La lanzó Bill Kaysing, que trabajó en el proyecto Apolo. Insiste en que en 1965 la tecnología espacial era tan primitiva que solo tenían un 0,0017% de posibilidades de ir y volver. Volver con vida era la clave, claro. El ordenador de a bordo tenía menos memoria que una lavadora".

La mayoría de las sospechas se ciernen sobre el escenario. La NASA ha tenido que salir a defender el legado de su misión y replicar de forma científica las acusaciones de burdo montaje fotográfico. Dice que la bandera americana parece que ondea al viento porque estaba arrugada y sujeta a un mástil horizontal. Asegura que las sombras procedentes de distintos ángulos no son de ningún foco, sino del módulo lunar. Añade que las huellas son reales, aunque aparezcan debajo de las ruedas de las sondas. La letra C pintada en una roca era un pelo que cayó durante el revelado de la foto. Atribuye los brillos extraños en los trajes espaciales a la luz del sol que deslumbra y sostiene que las cámaras eran incapaces de captar las estrellas del fondo, salvo una larga exposición. Los científicos están cansados de repetir que el peso del módulo no era excesivo para vencer la gravedad de la Luna y volver a casa. Allí, el peso es seis veces inferior y se había liberado de la mitad del combustible. También han aclarado por qué Armstrong y su compañero Aldrin no murieron calcinados por los rayos cósmicos capaces de atravesar sus trajes. El foro de Física El Viaje a la Luna ¿Realidad o Montaje? echa un cable a la NASA y desmonta 25 puntos que critican la veracidad del viaje.



El lado oscuro de la Luna. 2/6


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El lado oscuro de la Luna. 6/6


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lunes, 13 de julio de 2009

Megatendencias. Por Joaquín Estefanía

1. Acaba de celebrarse en Italia una cumbre del G-8. En la última semana de septiembre tendrá lugar en EE UU la siguiente reunión del G-20. Las formaciones G parecen instalarse de modo definitivo como los escenarios más eficaces para tratar de la crisis económica y otros problemas no menos urgentes como el cambio climático. Eficacia frente a legitimidad. La Asamblea General de la ONU debatió hace unos días sobre las dificultades económicas y sus conclusiones, como se esperaba, apenas tuvieron relevancia pública. Cobra ahora mayor significación la propuesta que hace bastantes años hizo Jacques Delors, cuando era presidente de la Comisión Europea: crear un Consejo de Seguridad Económica en el seno de las Naciones Unidas para tratar los conflictos económicos de nuestra era. No prosperó y hoy lo echamos de menos.

2. Dentro de las formaciones G, la compuesta por 20 miembros tiene mayor impacto que el G-8. Ello se debe a la composición de la nueva geografía del poder mundial, que incorpora a los principales países emergentes. Así lo declaró la canciller alemana Angela Merkel en los días previos a la cita italiana. Para aumentar los grados de eficiencia organizativa sería preciso que en esas cumbres se conjugase al mismo ritmo la integración regional; por ejemplo, que los europeos o los latinoamericanos actúen con una sola voz en las soluciones que se adopten.

3. Conforme se va superando la parte álgida de la crisis financiera (los efectos sobre la economía real en forma de paro y empobrecimiento de las clases medias siguen vigentes), se manifiesta una pérdida del potencial reformista reclamado tan sólo hace unos meses. Hace tres cuartos de siglo, 66 países se reunieron en Londres (año 1933) para solucionar concertadamente los efectos de la Gran Depresión. Fue un fracaso porque triunfaron los intereses nacionales. Ese fallo le costó al mundo más tiempo de depresión, y sólo 11 años después, en Bretton Woods, se crearon las instituciones necesarias para dar predictibilidad al sistema. No se deben olvidar las lecciones de la historia.

4. En ese mismo año, 1933, Keynes publicó El camino hacia la prosperidad, y mil días después dio a luz su obra central, la Teoría de la ocupación, el interés y el dinero. La pregunta es si la actual crisis, con su potencial agresivo y duradero, alumbrará una nueva teoría económica que sustituya a las utopías regresivas (concepto de Fernando Henrique Cardoso): tanto el fundamentalismo de mercado, hegemónico en las últimas tres décadas, con la llegada de Thatcher y Reagan al poder y la extensión de la revolución conservadora, como el estatismo burocrático anterior, que no supo dar salida al estancamiento con inflación de la primera mitad de los años setenta.

Hay quienes miran a otra parte del keynesianismo menos de moda: los comportamientos humanos y los animal spirits. ¿Todos somos keynesianos?


Fuente: El País.com
Autor: Joaquín Estefanía, (Madrid, 1951-) es un periodista español. Licenciado en Ciencias Económicas y en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, comenzó su actividad profesional en 1974 como redactor en el Diario Informaciones; poco después pasa a ser jefe de la sección de economía de la revista Cuadernos para el diálogo y redactor jefe del diario económico Cinco días. Más adelante se incorpora al Diario El País, del que llegó a ser director entre 1988 y 1993 y de 1993 a 1996 director de publicaciones del Grupo PRISA. Continúa escribiendo una columna sobre economía en el Diario El País.
Es autor, entre otros títulos, de La nueva economía (1995), La nueva economía: la globalización (1996), El capitalismo (1997), Contra el pensamiento único (1998), El poder en el mundo (2000), La cara oculta de la prosperidad (2003) y La mano invisible (2006), La larga marcha: medio siglo de política (económica) entre la historia y al memoria (2007).

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jueves, 9 de julio de 2009

Un cuento chino: el declive del dólar. Por Claudi Pérez

La crisis arrumba iconos de la economía de EE UU, pero el billete verde goza de una mala salud de hierro

Bismarck decía que Dios favorece a los locos, a los borrachos y a los Estados Unidos de América. Pero tal vez -sólo tal vez- la parte final de esa frase se haya quedado algo anticuada. Estados Unidos, la primera potencia económica del mundo, sufre un declive fenomenal. La crisis amenaza con llevarse por delante a varios de sus símbolos: General Motors, Citigroup y los arrogantes banqueros de inversión de Wall Street se han despeñado en los dos últimos años junto con una forma de ejercer el capitalismo que se ha revelado tóxica, salvaje, casi suicida. El estallido de la burbuja inmobiliaria y el colapso del sistema financiero han llevado a Estados Unidos a una recesión histórica.

Como consecuencia de todo eso, la nueva Administración de Barack Obama se encuentra con un déficit público disparado y una economía muy debilitada. E incluso el todopoderoso dólar está en entredicho como moneda de referencia. Lo que prácticamente equivale a poner en tela de juicio la supremacía económica norteamericana: algo que se anuncia desde hace 25 años, pero que no acaba de suceder.

La quiebra de un banco de inversión en Estados Unidos provocó un pánico financiero que llegó hasta Europa, derivó en una crisis de crédito y dejó a miles de empresas sin financiación y a decenas de miles de personas sin trabajo. No, no se trata del relato de la crisis actual. Corría el año 1873 cuando el pánico causado por un banquero insaciable llamado Jay Cooke -unido a una epidemia de gripe que introduce un siniestro paralelismo adicional con la recesión que ahora atravesamos- marcó el comienzo del declive del imperio británico (y de la libra esterlina) y el inicio de la hegemonía norteamericana (y del dólar).

Sencillamente, los británicos no podían competir con el coste de la mano de obra de Estados Unidos ni con el empuje procedente del otro lado del Atlántico. Algo que recuerda peligrosamente a lo que les pasa ahora a los estadounidenses con China. Aun así, tuvieron que pasar muchos años -y una crisis morrocotuda, la de 1929- para que Estados Unidos se asentara en ese liderazgo. Y todavía algunos más -y nada menos que la Segunda Guerra Mundial- para que el dólar empezara a dominar, allá por 1945. El billete verde se impone sin discusión desde entonces.

O quizá con discusión. Reproduciendo el patrón del relevo de Estados Unidos por el Reino Unido, de nuevo hay un cambio de guardia en la economía mundial que la crisis ha exacerbado, pero que estaba ahí latente desde hace tiempo. Un movimiento tectónico que desplaza parte del poder económico hacia el Este, a la costa asiática del Pacífico. Pero el final de la hegemonía del dólar no llegará antes de 2050, según las previsiones más fiables (si es que ese adjetivo conserva su significado después de esta crisis, con la economía convertida en la ciencia del "ya veremos"). Sólo a muy largo plazo puede pensarse en algo parecido a la caída del imperio -económico- americano y del dólar. Y a largo plazo, todos muertos: algo así decía Keynes, cuya abrumadora presencia en los periódicos y en boca de los políticos de izquierdas y de derechas debe tener a su antagonista, el liberal Milton Friedman, revolviéndose en su tumba.

Pero la cosa no va de Keynes ni de Friedman. Zhou Xiaochuan, ése es el hombre. El gobernador del Banco Central chino se ha convertido en una de las figuras clave de la economía mundial, y particularmente en el tablero de ajedrez de las divisas.

Justo antes del G-20 de abril en Londres, un informe firmado por Zhou causó un revuelo considerable en los mercados financieros. Propuso reemplazar el dólar como reserva global -algo que China reiteró la semana pasada- y sustituirlo por una supermoneda controlada por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se trataría de una cesta formada por las principales divisas y materias primas, algo parecido a lo que ya hace el FMI (y una idea que ya lanzó el inevitable Keynes hace 60 años, por cierto). Zhou obtuvo eco inmediato en el presidente ruso Medvédev y en sus socios del BRIC, el acrónimo que agrupa a los cuatro grandes emergentes: Brasil, Rusia, la India y China.

"El problema es que China y compañía poco o nada pueden hacer: son países que dependen de sus exportaciones, y para ello deben mantener sus monedas devaluadas, para competir mejor. Eso supone que deben acumular enormes reservas en otras monedas para mantener el tipo de cambio. El mercado de la zona euro no es ni lo suficientemente profundo ni tiene la liquidez adecuada, y la supermoneda del Fondo Monetario Internacional es una idea que tardaría años en hacerse realidad, así que la única opción es seguir comprando bonos del Tesoro de Estados Unidos. Y eso deja al dólar sin competidores", afirma Daniel Gros, presidente del Centro de Investigación de Políticas Europeas.

El peso de la economía estadounidense va a seguir reduciéndose en los próximos años, de eso no hay duda, pero el cambio de liderazgo va a ser mucho más lento de lo que se sugiere en ocasiones. Lo mismo ocurrirá con el dólar: todo indica que, de nuevo con mucha lentitud, también su peso internacional se irá deslizando a la baja. Vicente Pallardó, director del Observatorio de Coyuntura Económica Internacional de la Universidad de Valencia, asegura que la pérdida de peso del dólar se producirá "en favor del euro, como ya ha ocurrido en ciertos mercados como el ruso", y no a favor del yuan chino.

"El dólar sigue dominando el comercio mundial, el de materias primas; sigue respaldado por los mercados financieros más amplios, profundos y flexibles, y cuenta con la referencia de la deuda pública estadounidense, que, a pesar de todo, sigue siendo la más fiable. Todo ello irá cambiando, pero con mucha lentitud, y en todo caso, a favor del euro, sólidamente anclado por el Banco Central Europeo", añade Vicente Pallardó.

Pero incluso ese papel cada vez más protagonista del euro está en entredicho. "No hay alternativa al dólar", asegura Desmond Lachman, del think tank American Enterprise Institute, de Washington. "El euro va a recibir fuertes presiones en los próximos años por los problemas de Irlanda, Portugal, Grecia y España, y el yen japonés se enfrenta a una deflación y a una crisis inacabable", sostiene Lachman.

Expertos como Nouriel Roubini, profesor de la Universidad de Nueva York y el gran gurú de esta crisis, discrepan al sugerir que la alternativa es el yuan chino. "Pero eso no lo veremos en vida", señalaba el Nobel Paul Krugman -que cuenta 56 lúcidos años- en un artículo reciente.

Pallardó destaca que China "no tiene libertad de movimientos de capitales, ni libre convertibilidad de la moneda -ligada al dólar-, ni peso en los mercados mundiales como para que el yuan sea una moneda de referencia. La economía china, además, va a tener graves problemas en los próximos años por los desequilibrios de renta entre la cuidad y el campo, la ausencia de un sistema de protección social, la dependencia extrema de la demanda extranjera" o el hecho de que la morosidad en la banca "está en el 15% y las autoridades chinas presentan esa cifra como un éxito", añade José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney.

Actualmente, cinco monedas (dólar, euro, yen, libra y franco suizo) actúan como divisas de reserva internacionales. Dos terceras partes de esas reservas están denominadas en dólares. China acumula en torno a 1,4 billones de dólares en bonos del Tesoro estadounidense -algo así como todo lo que produce España en un año-, un activo supuestamente muy seguro y que, por tanto, da una rentabilidad mínima.

Y ahí, en esa acumulación de dólares en la que lleva años, radica el problema: China ha caído en la trampa del dólar. Los chinos tienen miedo de que el déficit público galopante de la Administración de Obama acabe erosionando el valor de la divisa estadounidense -y por tanto, sus ahorros de tantos y tantos años-, sobre todo si sigue emitiendo deuda y los mercados empiezan a pensar que corre el riesgo de no poder pagarla.

Las medidas excepcionales del banco central estadounidense, que ha puesto en marcha la máquina de emitir dinero para paliar los efectos de la crisis, también despiertan recelos en China: si renace el espectro de la inflación en Estados Unidos, pueden esfumarse sus ahorros. Todo son miedos, pero los chinos están atados de pies y manos: cualquier movimiento en contra del dólar sería como pegarse un tiro en el pie, porque supondría un golpe para la cotización del dólar y eso empobrecería las reservas del gigante asiático.

"Para China, sería una debacle que se cumplieran sus deseos: si el dólar pierde peso como moneda de referencia, su valor se resentirá, se depreciará aún más. Si los chinos venden parte de sus dólares para diversificar sus reservas, provocarán un desplome de la divisa estadounidense. Y el dólar ya lleva meses cayendo con respecto a las grandes monedas. Los derroteros que está tomando todo esto pueden causar graves perjuicios a China", resuelve Federico Steinberg, investigador del Real Instituto Elcano.

Tomás Baliño, ex subdirector del FMI, sostiene que es natural que los países que han estado acumulando grandes reservas en dólares muestren inquietud por la situación en Estados Unidos. "Pero su retórica va más lejos que las acciones que pueden tomar: no es fácil para un país como China cambiar rápidamente la composición de sus reservas internacionales, porque puede desestabilizar el mercado. Pero sí puede esperarse que a partir de ahora diversifique sus compras", asegura Baliño, quien declara que no debe olvidarse que Estados Unidos sigue siendo "la mayor economía del mundo, quizá la más flexible y con una política económica más fácil de corregir que, por ejemplo, la de la zona euro". "Por ello es de esperar que el dólar mantenga su posición como moneda de reserva principal, aunque pierda importancia relativa, por bastante tiempo más", zanja el ex subdirector del FMI.

Los propios estadounidenses son muy pragmáticos con "su" dólar y el potencial de su economía. Charles Morris, autor del libro El crac del crédito, uno de los grandes superventas de esta crisis, explica que el billete verde "debería perder gran parte de su valor aristocrático, y me temo que eso va a suceder más pronto que tarde. Esa tendencia es inexorable. Si las importaciones estadounidenses siguen cayendo por la crisis económica, países como China e India empezarán a invertir más en clave interna, y entonces un cambio de guardia en las divisas a favor de las monedas asiáticas será inevitable".

Lo que ha llevado la economía internacional al borde del abismo es su tendencia a los desequilibrios. China, Alemania y Japón consumen poco y ahorran mucho; Estados Unidos -y España- ha vivido años en una fiebre consumista en la que apenas existía el ahorro. Lo normal es que eso se corrija: que los chinos consuman más y los norteamericanos aprendan a ahorrar. "Eso evitaría presiones sobre los tipos de cambio. Pero mientras eso no se resuelva, los mercados seguirán muy nerviosos", apunta José Carlos Díez.

Y si eso no se produce, vienen curvas. Toda grave crisis económica provoca en algún momento una crisis de divisas. El dólar se enfrenta a unos meses en los que los mercados pueden caer de nuevo presa del pánico, por las especulaciones acerca de la posibilidad de que Estados Unidos tenga problemas para pagar las ingentes cantidades de deuda que está emitiendo. Al fin y al cabo, a los estadounidenses les viene bien en medio de esta profunda recesión una moneda débil, que es algo así como una válvula de escape contra la crisis: encarece las importaciones y hace sus propios productos mucho más competitivos en el exterior.

A principios de junio, el secretario del Tesoro estadounidense, Timothy Geithner, viajó al gigante asiático para disipar las dudas que no dejan de sobrevolar el dólar, para estrechar lazos con China, para limar asperezas. Tras acusar en los últimos meses a China de manipular el tipo de cambio, Geithner se mostró tan conciliador como debe serlo el máximo responsable de la política económica de Obama en tiempos de turbulencias. Hay un vídeo en YouTube que da cuenta de ello, una conferencia de Geithner en la Universidad de Pekín. Algo debe estar pasando, porque las imágenes de esa conferencia son reveladoras: al hablar del dólar y soltar la parrafada habitual para calmar los ánimos -"Estados Unidos es partidario de un dólar fuerte"-, la cámara se fija en los estudiantes chinos. Y hay unos cuantos partiéndose de risa.


Fuente: El País.com
Autor: Claudi Pérez, escribe sobre economía y negocios en El País.

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domingo, 5 de julio de 2009

4 de julio en el Mall. Por Francisco G. Basterra

Estados Unidos celebra hoy (ayer) la fiesta de su independencia: banderas desplegadas, barbacoas, fuegos artificiales, perritos calientes (el año pasado se consumieron 150 millones), cerveza. La principal celebración será en el Mall de Washington, la gran avenida imperial que conecta el monumento a Lincoln con el Capitolio, el mismo lugar en el que el 20 de enero tomaba posesión de la presidencia Barack Hussein Obama. Es un buen momento para detenerse a pensar en estos primeros seis meses del primer presidente negro que, por encima de todo, ya ha pasado una esponja capaz de lavar la pésima imagen arrastrada por su país desde comienzos del nuevo siglo. Hoy también se abre de nuevo al público en Nueva York la estatua de la Libertad, cerrada a las visitas tras los ataques terroristas del 11-S. Todo un símbolo del comienzo de una nueva época en la que Obama ha prometido conciliar la seguridad con las libertades. Promesa que ya ha chocado con la realidad, con el difícil funambulismo realizado por el presidente a la hora de acabar con la ignominia de Guantánamo.

Por encima de la vibrante retórica, la apertura al mundo musulmán y la mano tendida a los enemigos, Barack Obama ha podido constatar ya los límites de su presidencia. Abraham Lincoln admitía, en 1864: "No he controlado los acontecimientos. Por el contrario, éstos me han controlado a mí". Obama ya ha recibido las llamadas telefónicas de las tres de la madrugada de Corea del Norte, Pakistán, Afganistán, Jerusalén, Teherán, con el mensaje de que la realidad internacional es tozuda y las buenas intenciones por sí solas no la cambian.

Esta semana le sacó de la cama el golpe de Honduras, en el antiguo patio trasero de Estados Unidos, en Latinoamérica, resucitando una ominosa historia, que ya dábamos por enterrada, de invasiones y golpes militares, protagonizada desde el siglo pasado por Washington. Pero ahora la respuesta de Obama ha sido la opuesta: condenar el golpe, dejar que actúe la Organización de Estados Americanos y evitar prudentemente que el caudillo Hugo Chávez, su gran antagonista continental, pueda acusarle de intervención yanqui en los asuntos hemisféricos. Sería impensable que, hace 30 años, un Ejército como el hondureño, formado y financiado por Washington, hubiera sacado de la cama de madrugada a punta de fusil a un presidente sin la luz verde de la Casa Blanca. ¿Recuerdan que en la noche del 23-F, Alexander Haig, secretario de Estado del presidente Reagan, calificó el golpe de Tejero como "un asunto interno"?

Obama también ha demostrado prudencia ante la crisis de Teherán, manteniendo el ofrecimiento de abrir un diálogo directo con la teocracia iraní por encima de la convulsión interna de un régimen que sigue viendo a EE UU como el Gran Satán. En los dos casos, uso del poder blando de la única superpotencia todavía realmente existente, aunque sea por descarte. Templanza asimismo en Irak, donde todavía no ha cerrado la guerra desatada por George Bush, pero sí ha iniciado una retirada de las tropas estadounidenses, de momento de las ciudades. Por el contrario, en Afganistán, Barack Obama ya tiene su guerra propia. El jueves lanzaba una operación de 4.000 marines en el valle del río Helmand, en un intento de limpiar de talibanes esta provincia sureña, productora de opio, con el que se financian los insurgentes. Pero también es una acción militar con componente civil, porque las tropas ocuparán aldeas con un objetivo de reconstrucción y ayuda a la población. En cualquier caso, la guerra de Afganistán, complicada por la inestabilidad de Pakistán, es la apuesta más arriesgada para el nuevo Estados Unidos de Obama. Y la próxima semana el presidente celebrará en Moscú su primera cumbre con Rusia. Se trata de ver si abraza, y con qué condiciones, al oso ruso, reiniciando una relación bastante deteriorada. Barack se ha curado en salud y ha advertido que Putin "todavía tiene un pie en la guerra fría".

Pero al final del día serán la crisis económica, reavivada con una mala cifra de paro que ya alcanza al 9,5% de los estadounidenses, presagiando una recuperación sin empleos, y la difícil reforma de la sanidad, que el presidente pretende presentar este mismo mes a un Congreso incrédulo, las cuestiones que definirán el éxito de la Administración de Obama. Todavía no sabemos ante qué presidente nos encontramos: el buenista pragmático, para algunos blando y excesivamente componedor, que cree sobre todo en el diálogo, o el idealista sin ilusiones, como se definió John Kennedy, que será capaz de forzar la mano de sus adversarios en el exterior y en la escena doméstica y cambiar la historia. Aún es pronto para responder.


Fuente: El País.com
Autor: Francisco G. Basterra, español docente en la Universidad Complutense. Ex director general de CNN+ y director de los Servicios Informativos de Canal+. Colaborador habitual de El País, del cual fue subdirector de la edición dominical

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jueves, 2 de julio de 2009

Recesión, cambio climático y planificación. Por Anthony Giddens

En la actualidad, el cambio climático y la actitud que hay que tomar ante él son cuestiones que no dejan de aparecer en las noticias. Lo mismo ocurre, claro está, con la recesión económica, de alcance igualmente mundial y por sí sola enormemente preocupante. ¿Pero qué relación puede acabar estableciéndose entre ambos problemas?

Según Sigmund Freud, cualquier crisis puede suponer un estímulo para la parte positiva de nuestra personalidad, siendo una oportunidad de empezar de nuevo. Y esto es algo que no se les ha escapado a los dirigentes políticos. Siguiendo el ejemplo del presidente estadounidense Obama, muchos se han apuntado a la idea de un New Deal del cambio climático. Se entiende que la inversión en tecnologías que producen pocas emisiones de dióxido de carbono, el aislamiento de los edificios y el uso del transporte público pueden ser cruciales para volver a poner en marcha la economía.

Nick Stern, autor del célebre Informe Stern sobre la economía del cambio climático, señala que a esas medidas tendría que destinarse por lo menos el 20% de los fondos para planes de recuperación. Las propuestas de Obama se quedan un poco cortas a ese respecto. Pero algunos países están destinando mucho más. Corea del Sur, por ejemplo, dedica a medidas de ese tipo un mínimo de dos tercios de su plan de recuperación.

Yo soy partidario de ese New Deal del cambio climático y confío en que produzca el doble beneficio que se pretende (que, en realidad, sería triple si los países consiguieran también reducir su dependencia respecto al crudo importado). Sin embargo, el efecto estimulante del que hablaba Freud debería galvanizarnos para que nuestras ideas y nuestros actos se orientaran a un frente mucho más amplio.

Nos encontramos en el punto culminante de una gran revolución, la de la inminente desaparición de la economía dependiente del crudo. Ha llegado el momento de ponerse a evaluar sus posibles implicaciones, que van desde lo práctico y lo prosaico hasta aspectos especulativos y de mayor alcance.

En lo tocante a lo práctico, hay que prestar mucha atención al empleo. Según sus partidarios, el New Deal del cambio climático creará por sí mismo nuevos puestos de trabajo. Yo no estoy tan seguro de ello si, como debería ser, estamos hablando de empleos netos, es decir, de más puestos de trabajo que antes. Al incrementarse la cantidad de energía producida con medios que generan menos emisiones de dióxido de carbono, y con ella la eficiencia energética, algunos trabajadores de sectores ligados a la producción de combustibles fósiles, como el carbón, se quedarán sin empleo. La mayoría de las innovaciones tecnológicas, más que incrementar la necesidad de mano de obra, la reducen.

Los puestos de trabajo los crearán menos las propias tecnologías renovables que los cambios de forma de vida resultantes de afrontar el cambio climático y de incrementar la seguridad energética. Cambiarán las sensibilidades y con ellas los gustos. La nueva economía será todavía más radicalmente posindustrial que la que ahora tenemos. Al igual que se encontraron formas de revitalizar zonas portuarias de las que ahora se ha evaporado el sector naviero, de los empresarios dependerá la labor de detectar las oportunidades económicas que traiga consigo la expansión.

Al reflexionar sobre qué tipo de recuperación debería permitirnos salir de la recesión, tendríamos que pensar seriamente en la naturaleza del propio crecimiento económico, por lo menos en los países ricos. Hace tiempo que se sabe que, por encima de cierto nivel de prosperidad, el crecimiento no conduce necesariamente a un mayor bienestar personal y social. Ahora es el momento de añadirle al PIB criterios más equilibrados para calibrar el bienestar y de darles una auténtica resonancia política. Ha llegado la hora de plantear una crítica sostenida y positiva del consumismo, que pueda tener peso político. Ahora es el momento de descubrir cómo garantizar que la recuperación no conlleve un retorno a una sociedad inundada por el dinero.

El periodo de la desregulación thatcheriana ha terminado. El Estado ha vuelto. Necesitaremos políticas activas de industrialización y planificación, centradas en las instituciones económicas, pero también en el cambio climático y en la política energética.

Sin embargo, habrá que evitar los errores cometidos por anteriores generaciones de planificadores. Aquí también aparecen varios problemas. Pensemos, por ejemplo, en las tecnologías renovables. Si en algún momento los combustibles fósiles pasan a la historia, la tecnología tendrá que cambiar drásticamente. Sin embargo, ¿cómo van a decidir los Gobiernos qué tecnologías hay que respaldar? ¿Cómo pueden enfrentarse al hecho de que, como ocurrió con Internet, es frecuente que nadie prevea las innovaciones tecnológicas más trascendentales?

Tenemos que encontrar un nuevo papel para el Gobierno, pero también para los mecanismos de mercado. De repente, los complejos instrumentos financieros, a los que se culpa de la debacle en los mercados, han pasado de moda. Sin embargo, seguiremos necesitándolos, porque, en realidad, con la regulación adecuada, en lugar de ir en contra de la inversión de larga duración, son la clave que la posibilita.

Pensemos en el caso de los seguros que cubren daños ocasionados por fenómenos meteorológicos extremos como los huracanes caribeños. Esos episodios serán más frecuentes y más virulentos, ya que es prácticamente seguro que va a producirse cierto cambio climático. Para lidiar con los daños que se registren, será muy importante que, sobre todo los más pobres, cuenten con seguros que los cubran. Las aseguradoras privadas tendrán que proporcionar gran parte del capital, ya que sus muchas obligaciones en otros sectores las convierten en una garantía a la que sólo se recurrirá en última instancia.

Al final, nos topamos con el origen de todo esto, la globalización, que ha avanzado a marchas forzadas sin someterse a los adecuados controles internacionales. El futuro exige una regulación eficiente de los mercados financieros mundiales, que quizá podría allanar el camino para la colaboración esencial que se precisa para enfrentarse al cambio climático (a este respecto, cuando 200 países se preparan para las reuniones que en diciembre patrocinará la ONU en Copenhague, también habrá que replantearse muchas cosas). A manos de la crisis financiera y sus secuelas, arraigadas formas de pensar han sufrido una sacudida que podría y debería ser de enorme importancia. Nos encontramos al final del fin de la historia.


Fuente: El País.com / Tribune Media Services
Autor: Anthony Giddens, (Inglaterra, 1938-) sociólogo, reconocido por su teoría de la estructuración y su mirada holística de las sociedades modernas. También adquirió gran reconocimiento debido a su intento de renovación de la socialdemocracia a través de su teoría de la Tercera Vía. Del cual se transformo en uno de los principales divulgador de la Tercera Vía de Tony Blair. Fue director de la London School of Economics. Su nuevo libro es The Politics of Climate Change.
Traducción: Jesús Cuéllar Menezo

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