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martes, 4 de agosto de 2009

14 mitos caídos tras dos años de crisis. Por Iñigo de Barrón

La crisis cumple ahora su segundo aniversario sin mostrar el final del túnel. Una travesía mucho más oscura desde que, en septiembre pasado, EE UU dejó caer una entidad tan interconectada con todo el mundo como Lehman Brothers, un error monumental en opinión de la mayoría de los economistas consultados. La crisis ha sacudido al capitalismo, que necesita reformas urgentes que tardan en llegar. Incluso existe el riesgo de que el poderoso lobby financiero atenace a las autoridades para que sólo hagan cambios cosméticos, ante la tímida recuperación de las cuentas.

Los expertos creen que la confianza sólo regresará cuando los supervisores y reguladores consigan entidades más transparentes. Evitar el espejismo de la liquidez ilimitada y que la banca pueda transferir riesgo al sistema, como hizo con las subprime, apunta José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney, son otras lecciones de la debacle.

De todas formas, como dicen los economistas Xavier Sala i Martí y Jaques Attali, las nuevas normas no evitarán la siguiente crisis, sólo cambiará su naturaleza. "Las nuevas crisis financieras mundiales utilizarán todos los recursos de las nuevas tecnologías de la comunicación", dice Attali.

Esta crisis se ha llevado por delante un puñado de mitos:

- Más mercado y menos Estado. Antes de la crisis, en plena vorágine de crecimiento alocado, se pedía que dejaran manos libres al mercado, al que se consideraba justo repartidor de riquezas. "En sectores que son sistémicos, no sólo la banca, es absurdo que el Estado se retire del todo. Si por volumen de empleo o el peso en la economía, una empresa no puede caer, el Estado debe tener controles y supervisión", comenta Alfonso García, socio de Analistas Financieros Internacionales (AFI). En esta crisis los Estados han sido los paganos, con una factura de más de tres billones de euros.

- La supervisión escasa impulsa al mercado libre. En el mundo financiero anglosajón, la normativa se tomaba como una pesada carga que frenaba la creación de riqueza. A la vez, persistía la creencia de que la autoridad supervisora británica, la Financial Services Authority, y la norteamericana, la Securities Exchange Commission, eran implacables con los que se saltaban la ley. La crisis ha demostrado que las entidades van por delante de los reguladores. Crearon una banca en la sombra sin ningún control y organizaron un mercado de hipotecas subprime sin asumirlas en sus balances. Pese a los anuncios de mayor control al sector, Estados Unidos ha renunciado a dar más poder a los supervisores como se planteó en un principio. En el mercado existe el convencimiento de que es un problema de cantidad (escaso número de funcionarios) y de calidad (tienen menor preparación que los ejecutivos). Luis Garicano, profesor de la Universidad de Chicago e impulsor de un nuevo departamento en la London School of Economics, opina que: "La clave es regular sin estrangular al mercado".

- Los banqueros son profesionales de prestigio y deben tener salarios elevados. Ha quedado demostrado que los ejecutivos y los consejeros aprobaban productos de los que desconocían su riesgo real, como ha dicho Juan Ramón Quintas, presidente de la CECA. Es decir, no hicieron bien su trabajo. Sin embargo, cobraban unos sueldos estratosféricos que les hace responsables de lo ocurrido, aunque al final la factura la han pagado los ciudadanos y los accionistas. La UE ha decidido atacar los sueldos que fomenten el riesgo al fomentar la subida de beneficios a corto plazo. En Reino Unido, el Gobierno ha pedido conocer los salarios para que no se relacionen con operaciones de riesgo. En EE UU sigue abierto el debate. "Ni siquiera alguien con la capacidad de siete personas se merecería esos salarios", apunta Pablo Fernández, del IESE, "los bonus por beneficios fuerzan a mentir a la gente para cobrar más".

- El que la hace, la paga. Este axioma ha mutado en "al que la hace, le pagan", porque los pocos altos ejecutivos que han perdido su puesto se han ido a casa con muchos millones. Hasta ahora, la lista de bajas de presidentes o consejeros delegados es esta: Fred Goodwin, del Royal Bank of Scotland; Charles Prince, de Citigroup; Stanley O'Nelly, de Merrill Lynch; Marcel Ospel, de UBS; Martin Sullivan, de AIG; Ferry Killinger, de Washington Mutual... y pocos más.

Luis de Guindos, responsable financiero de PriceWaterhouseCoopers cree que si los culpables (y sus entidades) no asumen las responsabilidades, se trasladará la idea de que cuando hay beneficios son para las empresas, y si hay pérdidas, las paga el Estado.

- La banca comercial es aburrida. El dinero está en la banca de inversión. Hace sólo unos años, las entidades dedicadas a la banca comercial, la que obtiene resultados céntimo a céntimo eran consideradas atrasadas financieramente, menos rentables y ausentes de glamour. Algunos Gobiernos y supervisores alentaron el crecimiento de la banca de inversión, que protagonizaba grandes operaciones internacionales y movía el tejido empresarial. La crisis ha demostrado que detrás de todo esto había más ingeniería financiera y burbujas de liquidez que otra cosa.

"Hay que volver a la banca aburrida, la más próxima al cliente, para recomponer el sistema" ha dicho Paul Krugman, premio Nobel de Economía de 2008. Las autoridades quieren que, en el futuro, las grandes entidades combinen el negocio comercial con el de inversión. "Lo que se ha llevado esta crisis es el modelo de banca que ganaba un 25% más cada año por el fuerte endeudamiento. Cuando el mercado va mal, estas entidades son las que peor lo pasan", apunta De Guindos, ex secretario de Estado de Economía. Garicano añade: "Nada es gratis. Retornos excepcionales casi siempre proceden de asumir riesgos excepcionales".

- Los grandes mercados están supervisados y regulados. Las hipotecas basura y los CDS (seguros de impago) movían miles de millones pero no estaban regulados ni supervisados. Además, las entidades los tenían fuera de sus balances. "Este tipo de productos ha demostrado ser vulnerables a la incertidumbre. Sus mercados se cerraron hasta el punto de que no hubo ni una transacción", comenta García, de AFI. Para evitarlo, la UE quiere que, a partir de 2011, la banca que trabaje con productos fuera de balance tenga más capital.

- El mercado es eficiente y pone precio a los activos. Este largo ciclo de crecimiento alentó la creencia de que el mercado siempre da precio a los activos. En mitad de esa carrera alcista, los bancos norteamericanos insistieron en la utilización del mark to market, es decir, que los activos se valoren a precio de mercado, recogido en las Normas Internacionales de Contabilidad (NIC). El resultado fue que los activos se hincharon en paralelo a la burbuja. Esta filosofía también está en la reforma internacional de Basilea II. Ambas están en profunda revisión.

Ahora, la banca norteamericana y británica ha conseguido que el supervisor elimine la valoración de mercado para no castigar sus cuentas, en un movimiento que algunos consideran "maquillaje" y que puede favorecer otra burbuja futura. Sin embargo, la UE ha suavizado la normativa, pero la mantiene. Los expertos piden utilizar otros modelos, pero con transparencia. "Sobre Basilea II hemos aprendido que los propios bancos no pueden decidir el riesgo crediticio y por lo tanto las reservas usando sus propios modelos", dice Garicano.

- No hay que preocuparse de la liquidez, casi es ilimitada. "La idea de que siempre había liquidez acabó con el principio del medir el riesgo real. Parecía que había dinero para todo", apunta Robert Tornabell, catedrático y profesor del Departamento de Dirección Financiera de ESADE. Lo cierto es que se ha pasado de golpe, de la inundación a la sequía.

- No hay ciclos en la economía. En mitad de la borrachera de crecimiento, algunos economistas sostuvieron que los ciclos habían desaparecido. Tras superar, sin graves problemas, la crisis de las divisas latinoamericanas y de las empresas puntocom de principios del 2001, algunos apuntaron que la experiencia pasada, junto a la interconexión entre las autoridades internacionales, podía mitigar la virulencia de ciclos pasados. Lejos de eso, la globalización ha demostrado que hace sobrereaccionar a los mercados, amplifica las noticias negativas y la desconfianza.

Emilio Ruiz, economista, especializado en la Gran Depresión del 29, dijo en diciembre de 2004: "El uso generalizado de las comunicaciones, ¿nos hace suponer la desaparición o, por lo menos, admitir que los ciclos se desenvolverán dentro de una mayor estabilidad? Si admitimos la existencia de grandes ciclos en la dinámica de la economía capitalista, la duración de cierta estabilidad llegaría hasta 2020". En mayo de 2006, Juan José Toribio, director del IESE de Madrid, comentó: "Creo que al vivir en una economía más globalizada, las recesiones de una zona vienen compensadas por las aceleraciones de otra".

- Los bancos, cuanto más grandes, más seguros. Nadie osaría hacer este comentario en presencia de los presidentes de Citigroup, Bank of America, Royal Bank of Scotland o del ex presidente del difunto Lehman Brothers... Precisamente las víctimas de esta crisis están, en parte, en la lista de los gigantes del sector, con la excepción de los españoles.

El Banco de Inglaterra y el BIS han dicho que si las entidades son demasiado grandes para quebrar, son demasiado grandes para existir. El BCE pide que sean controlados por colegios de supervisores, no sólo por el de su país.

- Con la globalización, no importa donde esté la sede social. Parte del negocio ruinoso de Citigroup o de Lehman estaba en Asia o Europa. El Royal Bank tuvo pérdidas en Nueva York... pero al final han sido los Gobierno norteamericano y británico los que han pagado la factura del rescate. Cuando una entidad cae, el lugar donde está la sede social es clave para las ayudas. Por eso, los políticos quieren "campeones nacionales" y ha resurgido el nacionalismo económico.

- Estamos a salvo con las nuevas normas: las NIC y Basilea II. Poco ha durado el prestigio de ambas normativas. Están en revisión completa para reforzar cuatro aspectos: las provisiones, que deberán hacerse en momentos de bonanza aunque no haya morosidad (el modelo español); el capital, que deberá aumentar, sobre todo si hay operaciones de riesgo; el principio de consolidación dentro del balance de todos los productos (para evitar la venta de subprime a terceros) y vigilancia de la liquidez, que apenas se tenía en cuenta.

- Las agencias de 'rating' y los auditores vigilan. El oligopolio de las tres grandes agencias de calificación financiera, Moody's, Standard&Poo's y Fitich ha fracasado y se prepara una profunda revisión. Han demostrado no tener sistemas fiables para medir los créditos basados en activos basura. Los auditores también han sido criticados por mezclar sus servicios con los de consultoría. "No aprendieron de la crisis de Enron", dicen en AFI. Tornabell, de Esade, cree que no pueden cobrar de los clientes a los que tienen que juzgar. Fernández, del IESE, cree que hay empresas que consideran que los auditores no te pueden criticar porque les estás pagando.

- Los 'hedge funds' y los productos sofisticados dinamizan la economía. La titulización de activos (que es una forma de empaquetar y revender productos), los derivados y los hedge funds fueron los protagonistas de la época dorada. Ahora se les considera responsables de buena parte de la burbuja y del sobreendeudamiento. Warren Buffet advirtió de que "los derivados son verdaderas armas de destrucción masiva". De Guindos opone que "el origen de la burbuja de liquidez no son tanto los derivados como el mantenimiento de los tipos de la FED en niveles muy bajos durante mucho tiempo".


Fuente: El Pais.com
Autor: Iñigo de Barrón, redactor de finanzas del diario El País. Ganador del Premio Schroders de Periodismo Financiero, por por su artículo “Las claves de una crisis financiera inédita y con un final incierto”.

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