Necesitamos a los superhéroes. Por Guillermo Altares
Personajes nacidos en un mundo de totalitarismos y guerra arrasan hoy en el cine y la televisión - La cultura occidental sigue fascinada por quienes reflejan sus sueños.
En realidad, todas las historias arrancan de una historia, todos los libros nacen de un libro, bueno, de dos, en uno se relata una gran batalla entre Oriente y Occidente por el amor de una mujer y en otro se habla de un hombre que se pierde al regresar a casa. "Canta, o diosa, la cólera de Aquiles", comienza la Iliada. "Cuéntame musa las aventuras de aquel varón de tan variado ingenio", arranca la Odisea. Los dos tienen un punto en común: el héroe, esa figura dotada de superpoderes que a lo largo de los siglos ha llegado hasta nosotros con diferentes formas y colores, pero con un mismo fondo. Como dice la vieja canción de David Bowie, "podemos ser héroes, sólo por un día". Desde Homero hasta los Watchmen, desde Ulises hasta El caballero oscuro, ya sea en forma de tebeos, películas o series de televisión, los superhéroes son una inagotable fuente de fascinación y un negocio global más que rentable.
En el siglo XXI, la fascinación por los superhéroes ha resurgido con taquillas millonarias. Cine, televisión, quioscos y librerías viven una renovada fiebre en torno a personajes concebidos en otra época, la de los totalitarismos y la II Guerra Mundial. ¿Por qué vuelve a actuar el imán de estos hombres extraordinarios?
"Es una atracción por los individuos que se salen de lo corriente porque siempre, desde la antigua Grecia hasta ahora, se han buscado personajes ejemplares", explica Carlos García Gual, catedrático de filología griega de la Universidad Complutense y uno de los grandes expertos españoles en el mundo clásico. "También tienen algo de culebrón, te enganchan, como te engancha Perdidos. Algunas series se prolongan desde hace décadas", señala David López, que desde Zaragoza dibuja superhéroes para DC Comics y Marvel (las dos grandes compañías del sector). "Tiene mucho que ver con los dioses griegos y romanos. La cultura occidental está llena de superhéroes, que funcionan con los mismos arquetipos, con los mismos modelos", prosigue este dibujante de 33 años. "Los superhéroes ya existían en la Iliada. En vez de dioses, creamos superhéroes, pero también forman una especie de panteón divino", señala Salvador Larroca, valenciano de 44 años y dibujante estrella de la Marvel, sobre todo de X Men y la Patrulla X.
Los antihéroes de las novelas gráficas, como Corto Maltés, se equivocan, dudan y se enamoran siempre de una chica que los deja plantados. Los superhéroes, en cambio, son irresistibles, siempre saben qué hacer, siempre toman la decisión adecuada, no envejecen y van de hazaña en hazaña, enfrentados a villanos casi tan potentes como ellos. Son héroes épicos que, a diferencia de los héroes de las comedias, no cambian, no maduran, no sufren, no dudan, son perfectos. Bueno, por lo menos al principio, cuando fueron creados, porque a partir de los años setenta se fueron humanizando, comenzaron a sufrir, a dudar, a envejecer, aunque seguían sin equivocarse.
A mediados de marzo se vendió en una subasta en Nueva York un ejemplar del primer cómic de Superman por 317.000 dólares. Costaba 10 céntimos cuando salió a la calle, en junio de 1938, y sólo quedan 100 copias en circulación. Con este tebeo escrito por Jerry Siegel y dibujado por Joe Shuster, que contaba la historia de Kal-El, el hijo de Jor-El y Lara, que acaba salvando a los habitantes de la tierra de todo tipo de malvados y catástrofes, nació el mercado y el mundo de los superhéroes contemporáneos. Ahora Marvel y DC Comics venden cientos de miles de ejemplares al año en España de series y subseries con precios que van desde 1,95 euros por un tebeo grapado de 24 páginas. En Estados Unidos, una de las compañías ha subido el precio hasta los 3,99 dólares mientras que Marvel lo hará en junio. En cualquier caso, se trata de un entretenimiento popular y masivo.
El caballero oscuro, la cuarta entrega cinematográfica de Batman, fue la película más taquillera del mundo en 2008 (en España recaudó 11 millones de euros), mientras que Watchmen, la película basada en la novela gráfica de Alan Moore que cambió la historia del cómic y de los superhéroes, ha sido uno de los estrenos más comentados de los últimos años. La última película de superhéroes, Lobezno, los orígenes, fue pirateada un mes antes de su estreno y colocada a principios de abril en Internet cuando todavía no estaba terminada ("Es como un Ferrari al que le falta una capa de pintura", dijo su protagonista, Hugh Jackman). En sólo unas horas, más de un millón de personas la habían descargado.
Pero el concepto es mucho más antiguo que este boom en la era del consumo de masas, más viejo que la cultura pop. Los dioses de griegos y romanos tenían superpoderes y los héroes clásicos, sin ellos, vencían todo tipo de obstáculos con su inventiva, fuerza e ingenio. "Son sin duda un precedente", señala Francisco García Jurado, profesor de filología latina de la Universidad Complutense de Madrid. "Todos necesitamos tener héroes aunque son los griegos y los romanos los que le ponen el nombre. Los romanos tenían dos grandes héroes, Eneas y Hércules. De hecho, en el Museo Arqueológico Nacional hay un mosaico de los trabajos de Hércules, en el que ya aparecen viñetas", agrega este experto en literatura comparada. "Lo importante de ese mosaico es que demuestra que no puede haber héroes sino hay una representación colectiva", prosigue. "A Stan Lee, uno de los grandes creadores, le han llegado a llamar el Homero de los cómics", puntualiza Alejandro Martínez Viturbia, director editorial de Panini Cómics, la empresa española que distribuye Marvel.
"En el fondo, los superhéroes son la personificación de los sueños del ser humano, de perfección inmediata, en cierto sentido hasta los santos de la tradición cristiana son superhéroes", señala el escritor Rafael Martín, novelista, guionista de cómics y autor de varios ensayos sobre estos seres extraordinarios, el último de ellos W de Watchmen. Este especialista también considera que el origen del mito se remonta a los clásicos, pero se pregunta si antes de la aparición de Superman, en los albores de la II Guerra Mundial, cuando los totalitarismos eran un peligro claro e inminente, ya existían a través de personajes como Popeye, de 1939, o El hombre enmascarado, de 1936.
"Dos jóvenes consiguen crear un personaje que encarna todo lo que Estados Unidos quería ser después de la Gran Depresión. Es un personaje que representa también una esperanza exógena, justo antes de la II Guerra Mundial", explica Álvaro Pons, crítico de tebeos y autor del blog La cárcel de papel (www.lacarceldepapel.com), sobre el nacimiento de Superman, un personaje con el que se inicia lo que se ha llamado la Edad de Oro de los cómics, que se prolonga desde los años cuarenta hasta los años cincuenta. Fue entonces cuando nacieron Batman y Robin, Superwoman o The Flash, cuando los quioscos se llenaron de entretenimiento barato en forma de tiras, sobre todo por la compañía DC, mientras que Timely Comics (precedente de la Marvel) puso en circulación a personajes como Capitán América. También en aquellos años, Will Esneir, que luego revolucionaría la novela gráfica, creó The Spirit.
Con los sesenta, llegaron nuevos tiempos y también nuevos superhéroes mucho más humanos, más complejos. Personajes como Spiderman, X Men, Hulk, la Patrulla X, detrás de los que se encuentran nombres fundamentales en la historia del cómic como Stan Lee o Jack Kirby, se mueven en un mundo más realista, con problemas más pedestres (superpoderes aparte). Algunos son superhéroes por desgraciados accidentes, héroes a su pesar, encarcelados por su propia fuerza.
La última vuelta de tuerca al realismo se produce con Watchmen, para muchos el mejor cómic de superhéroes (aunque sólo aparezca un personaje con superpoderes), que Alan Moore y Dave Gibbons comenzaron a publicar en 1986. "Es muy importante porque reflexiona sobre las cosas que aceptamos en el mundo de los superhéroes, pero que en la vida real darían mucho miedo, porque es gente que te salva quieras o no", explica el historiador de los cómics Rafael Martín. ¿Qué ocurre cuando el Ejército de EE UU cuenta con un superhéroe en sus filas durante la guerra de Vietnam? Pues que la gana y la historia será diferente. Como dijo Alan Moore, la idea era arrancar con la muerte de un superhéroe para demostrar que las cosas no son lo que parecen.
Hay series, Superman sin ir más lejos, que llevan siete décadas en el mercado y siguen encontrando millones de compradores. Es una auténtica industria, que emplea a centenares de dibujantes, guionistas, coloristas, y que mes a mes coloca sus productos en los quioscos y en las tiendas. "Una de las cosas que mejor funcionan es el aspecto culebronero", explica el dibujante David García. "A Batman le salió un hijo hace unos años. Enganchan porque son historias épicas que se prologan durante años, pero también son familiares. Nos gustan porque los personajes se relacionan los unos con los otros. En algunos casos, al ser personajes que sigues desde pequeño, te llegan a importar realmente. Al construir ficciones, convertimos a los personajes en personas", agrega. "El género de superhéroes es un cajón de sastre en el cabe desde la novela negra hasta las aventuras o las historias de amor", señala Alejandro Martínez Viturbia.
Para otros expertos, la continuidad es una de las claves: al igual que con las series de televisión, una vez que te enganchas, te conviertes en un espectador/ comprador sempiterno. En realidad, el origen también es anterior: la continuidad seriada es el principio con el que se crearon los folletines a través de los que autores como Alejandro Dumas forjaron la novela contemporánea. "El gran hallazgo fue hacer que enganchasen como las tragedias griegas", afirma Rafael Martín.
Eso sí, el enganche y la duración tiene una contrapartida, que para algunos explica la caída de lectores en la última década (además de la mayor presencia de estos personajes en pantalla). Series muy largas, como Friends, no eran fácil de agarrar a medias. Pero hay tebeos que llevan en el mercado desde los años cuarenta complicándose y complicándose y no es fácil subirse en marcha. "Cada vez hay más lo que se llama crossover, las relaciones de unos tebeos con otros", explica Álvaro Pons. Para alguien que no haya bebido de esta cultura desde pequeño, puede llegar a ser un lío monumental o directamente un culebrón absurdo.
Para un neófito en el mundo de los superhéroes, navegar por las páginas web de DC Comics (www.dccomics.com) o de Marvel (www.marvel.com) es un encuentro en la tercera fase. Si uno se mete en la sección de personajes de Marvel, se encuentra con centenares de nombres, cada uno con su enlace, con su dibujo y con su historia, incluso el aficionado se puede descargar e instalar un buscador especial del Universo Marvel. Lo mismo ocurre con DC Comics. El problema está en que, incluso antes de los cruces entre las diferentes series, resulta un lío monumental para los que no estén acostumbrados a este universo infinito, que se prolonga y ramifica como un relato de Borges. Tal vez no todo el mundo esté contado en dos historias, haya leyendas más allá de los guerreros que luchan por una mujer y el hombre que vuelve a casa, aunque en todas las demás aparecen tipos con capas y superpoderes.
Fuente: ElPaís.com
Autor: Guillermo Altares, Madrid, junio 1968. Redactor jefe de Babelia, el suplemento cultural de El País, y fue el encargado de dirigir la renovación de la revista. Antes de incorporarse a ella fue redactor y reportero de la sección de Internacional, para la que cubrió acontecimientos como la caída de los talibanes en Afganistán en 2001, la posguerra de Irak en 2003, la guerra de Israel contra Líbano en 2006 o las elecciones presidenciales francesas de 2007. Con anterioridad a El País, trabajó en la delegación de la agencia France Presse en Madrid y en el desaparecido diario El Sol. Es autor del libro Esto es un infierno. Los personajes del cine bélico (1999) y ha colaborado en el ensayo colectivo Imágenes del mal (2003).
Fotografía: Imagen del videojuego "Marvel, ultimate alliance"
En realidad, todas las historias arrancan de una historia, todos los libros nacen de un libro, bueno, de dos, en uno se relata una gran batalla entre Oriente y Occidente por el amor de una mujer y en otro se habla de un hombre que se pierde al regresar a casa. "Canta, o diosa, la cólera de Aquiles", comienza la Iliada. "Cuéntame musa las aventuras de aquel varón de tan variado ingenio", arranca la Odisea. Los dos tienen un punto en común: el héroe, esa figura dotada de superpoderes que a lo largo de los siglos ha llegado hasta nosotros con diferentes formas y colores, pero con un mismo fondo. Como dice la vieja canción de David Bowie, "podemos ser héroes, sólo por un día". Desde Homero hasta los Watchmen, desde Ulises hasta El caballero oscuro, ya sea en forma de tebeos, películas o series de televisión, los superhéroes son una inagotable fuente de fascinación y un negocio global más que rentable.
En el siglo XXI, la fascinación por los superhéroes ha resurgido con taquillas millonarias. Cine, televisión, quioscos y librerías viven una renovada fiebre en torno a personajes concebidos en otra época, la de los totalitarismos y la II Guerra Mundial. ¿Por qué vuelve a actuar el imán de estos hombres extraordinarios?
"Es una atracción por los individuos que se salen de lo corriente porque siempre, desde la antigua Grecia hasta ahora, se han buscado personajes ejemplares", explica Carlos García Gual, catedrático de filología griega de la Universidad Complutense y uno de los grandes expertos españoles en el mundo clásico. "También tienen algo de culebrón, te enganchan, como te engancha Perdidos. Algunas series se prolongan desde hace décadas", señala David López, que desde Zaragoza dibuja superhéroes para DC Comics y Marvel (las dos grandes compañías del sector). "Tiene mucho que ver con los dioses griegos y romanos. La cultura occidental está llena de superhéroes, que funcionan con los mismos arquetipos, con los mismos modelos", prosigue este dibujante de 33 años. "Los superhéroes ya existían en la Iliada. En vez de dioses, creamos superhéroes, pero también forman una especie de panteón divino", señala Salvador Larroca, valenciano de 44 años y dibujante estrella de la Marvel, sobre todo de X Men y la Patrulla X.
Los antihéroes de las novelas gráficas, como Corto Maltés, se equivocan, dudan y se enamoran siempre de una chica que los deja plantados. Los superhéroes, en cambio, son irresistibles, siempre saben qué hacer, siempre toman la decisión adecuada, no envejecen y van de hazaña en hazaña, enfrentados a villanos casi tan potentes como ellos. Son héroes épicos que, a diferencia de los héroes de las comedias, no cambian, no maduran, no sufren, no dudan, son perfectos. Bueno, por lo menos al principio, cuando fueron creados, porque a partir de los años setenta se fueron humanizando, comenzaron a sufrir, a dudar, a envejecer, aunque seguían sin equivocarse.
A mediados de marzo se vendió en una subasta en Nueva York un ejemplar del primer cómic de Superman por 317.000 dólares. Costaba 10 céntimos cuando salió a la calle, en junio de 1938, y sólo quedan 100 copias en circulación. Con este tebeo escrito por Jerry Siegel y dibujado por Joe Shuster, que contaba la historia de Kal-El, el hijo de Jor-El y Lara, que acaba salvando a los habitantes de la tierra de todo tipo de malvados y catástrofes, nació el mercado y el mundo de los superhéroes contemporáneos. Ahora Marvel y DC Comics venden cientos de miles de ejemplares al año en España de series y subseries con precios que van desde 1,95 euros por un tebeo grapado de 24 páginas. En Estados Unidos, una de las compañías ha subido el precio hasta los 3,99 dólares mientras que Marvel lo hará en junio. En cualquier caso, se trata de un entretenimiento popular y masivo.
El caballero oscuro, la cuarta entrega cinematográfica de Batman, fue la película más taquillera del mundo en 2008 (en España recaudó 11 millones de euros), mientras que Watchmen, la película basada en la novela gráfica de Alan Moore que cambió la historia del cómic y de los superhéroes, ha sido uno de los estrenos más comentados de los últimos años. La última película de superhéroes, Lobezno, los orígenes, fue pirateada un mes antes de su estreno y colocada a principios de abril en Internet cuando todavía no estaba terminada ("Es como un Ferrari al que le falta una capa de pintura", dijo su protagonista, Hugh Jackman). En sólo unas horas, más de un millón de personas la habían descargado.
Pero el concepto es mucho más antiguo que este boom en la era del consumo de masas, más viejo que la cultura pop. Los dioses de griegos y romanos tenían superpoderes y los héroes clásicos, sin ellos, vencían todo tipo de obstáculos con su inventiva, fuerza e ingenio. "Son sin duda un precedente", señala Francisco García Jurado, profesor de filología latina de la Universidad Complutense de Madrid. "Todos necesitamos tener héroes aunque son los griegos y los romanos los que le ponen el nombre. Los romanos tenían dos grandes héroes, Eneas y Hércules. De hecho, en el Museo Arqueológico Nacional hay un mosaico de los trabajos de Hércules, en el que ya aparecen viñetas", agrega este experto en literatura comparada. "Lo importante de ese mosaico es que demuestra que no puede haber héroes sino hay una representación colectiva", prosigue. "A Stan Lee, uno de los grandes creadores, le han llegado a llamar el Homero de los cómics", puntualiza Alejandro Martínez Viturbia, director editorial de Panini Cómics, la empresa española que distribuye Marvel.
"En el fondo, los superhéroes son la personificación de los sueños del ser humano, de perfección inmediata, en cierto sentido hasta los santos de la tradición cristiana son superhéroes", señala el escritor Rafael Martín, novelista, guionista de cómics y autor de varios ensayos sobre estos seres extraordinarios, el último de ellos W de Watchmen. Este especialista también considera que el origen del mito se remonta a los clásicos, pero se pregunta si antes de la aparición de Superman, en los albores de la II Guerra Mundial, cuando los totalitarismos eran un peligro claro e inminente, ya existían a través de personajes como Popeye, de 1939, o El hombre enmascarado, de 1936.
"Dos jóvenes consiguen crear un personaje que encarna todo lo que Estados Unidos quería ser después de la Gran Depresión. Es un personaje que representa también una esperanza exógena, justo antes de la II Guerra Mundial", explica Álvaro Pons, crítico de tebeos y autor del blog La cárcel de papel (www.lacarceldepapel.com), sobre el nacimiento de Superman, un personaje con el que se inicia lo que se ha llamado la Edad de Oro de los cómics, que se prolonga desde los años cuarenta hasta los años cincuenta. Fue entonces cuando nacieron Batman y Robin, Superwoman o The Flash, cuando los quioscos se llenaron de entretenimiento barato en forma de tiras, sobre todo por la compañía DC, mientras que Timely Comics (precedente de la Marvel) puso en circulación a personajes como Capitán América. También en aquellos años, Will Esneir, que luego revolucionaría la novela gráfica, creó The Spirit.
Con los sesenta, llegaron nuevos tiempos y también nuevos superhéroes mucho más humanos, más complejos. Personajes como Spiderman, X Men, Hulk, la Patrulla X, detrás de los que se encuentran nombres fundamentales en la historia del cómic como Stan Lee o Jack Kirby, se mueven en un mundo más realista, con problemas más pedestres (superpoderes aparte). Algunos son superhéroes por desgraciados accidentes, héroes a su pesar, encarcelados por su propia fuerza.
La última vuelta de tuerca al realismo se produce con Watchmen, para muchos el mejor cómic de superhéroes (aunque sólo aparezca un personaje con superpoderes), que Alan Moore y Dave Gibbons comenzaron a publicar en 1986. "Es muy importante porque reflexiona sobre las cosas que aceptamos en el mundo de los superhéroes, pero que en la vida real darían mucho miedo, porque es gente que te salva quieras o no", explica el historiador de los cómics Rafael Martín. ¿Qué ocurre cuando el Ejército de EE UU cuenta con un superhéroe en sus filas durante la guerra de Vietnam? Pues que la gana y la historia será diferente. Como dijo Alan Moore, la idea era arrancar con la muerte de un superhéroe para demostrar que las cosas no son lo que parecen.
Hay series, Superman sin ir más lejos, que llevan siete décadas en el mercado y siguen encontrando millones de compradores. Es una auténtica industria, que emplea a centenares de dibujantes, guionistas, coloristas, y que mes a mes coloca sus productos en los quioscos y en las tiendas. "Una de las cosas que mejor funcionan es el aspecto culebronero", explica el dibujante David García. "A Batman le salió un hijo hace unos años. Enganchan porque son historias épicas que se prologan durante años, pero también son familiares. Nos gustan porque los personajes se relacionan los unos con los otros. En algunos casos, al ser personajes que sigues desde pequeño, te llegan a importar realmente. Al construir ficciones, convertimos a los personajes en personas", agrega. "El género de superhéroes es un cajón de sastre en el cabe desde la novela negra hasta las aventuras o las historias de amor", señala Alejandro Martínez Viturbia.
Para otros expertos, la continuidad es una de las claves: al igual que con las series de televisión, una vez que te enganchas, te conviertes en un espectador/ comprador sempiterno. En realidad, el origen también es anterior: la continuidad seriada es el principio con el que se crearon los folletines a través de los que autores como Alejandro Dumas forjaron la novela contemporánea. "El gran hallazgo fue hacer que enganchasen como las tragedias griegas", afirma Rafael Martín.
Eso sí, el enganche y la duración tiene una contrapartida, que para algunos explica la caída de lectores en la última década (además de la mayor presencia de estos personajes en pantalla). Series muy largas, como Friends, no eran fácil de agarrar a medias. Pero hay tebeos que llevan en el mercado desde los años cuarenta complicándose y complicándose y no es fácil subirse en marcha. "Cada vez hay más lo que se llama crossover, las relaciones de unos tebeos con otros", explica Álvaro Pons. Para alguien que no haya bebido de esta cultura desde pequeño, puede llegar a ser un lío monumental o directamente un culebrón absurdo.
Para un neófito en el mundo de los superhéroes, navegar por las páginas web de DC Comics (www.dccomics.com) o de Marvel (www.marvel.com) es un encuentro en la tercera fase. Si uno se mete en la sección de personajes de Marvel, se encuentra con centenares de nombres, cada uno con su enlace, con su dibujo y con su historia, incluso el aficionado se puede descargar e instalar un buscador especial del Universo Marvel. Lo mismo ocurre con DC Comics. El problema está en que, incluso antes de los cruces entre las diferentes series, resulta un lío monumental para los que no estén acostumbrados a este universo infinito, que se prolonga y ramifica como un relato de Borges. Tal vez no todo el mundo esté contado en dos historias, haya leyendas más allá de los guerreros que luchan por una mujer y el hombre que vuelve a casa, aunque en todas las demás aparecen tipos con capas y superpoderes.
Fuente: ElPaís.com
Autor: Guillermo Altares, Madrid, junio 1968. Redactor jefe de Babelia, el suplemento cultural de El País, y fue el encargado de dirigir la renovación de la revista. Antes de incorporarse a ella fue redactor y reportero de la sección de Internacional, para la que cubrió acontecimientos como la caída de los talibanes en Afganistán en 2001, la posguerra de Irak en 2003, la guerra de Israel contra Líbano en 2006 o las elecciones presidenciales francesas de 2007. Con anterioridad a El País, trabajó en la delegación de la agencia France Presse en Madrid y en el desaparecido diario El Sol. Es autor del libro Esto es un infierno. Los personajes del cine bélico (1999) y ha colaborado en el ensayo colectivo Imágenes del mal (2003).
Fotografía: Imagen del videojuego "Marvel, ultimate alliance"
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¿Hijo del periodista Pedro Altares?
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