OPERACIÓN REDIMENSIONAMIENTO / OJO ADVENTISTA.
La mayoria de los articulos de "Estatologico" estan siendo transferidos a dos nuevas secciones de Ojo Adventista: OPINIONES del MUNDO y NUEVO ORDEN MUNDIAL.

miércoles, 29 de abril de 2009

Cien días bien aprovechados. Por Francisco G. Basterra

El historiador británico Arnold Toynbee escribió que "no hay armadura que proteja del destino". A Barack Obama le ha alcanzado el destino pocos días antes de cumplir los primeros 100 días en la Casa Blanca, el próximo miércoles 29 de abril. Le ha golpeado la memoria histórica: el legado de Bush mal enterrado, con las torturas autorizadas por el presidente número 43 y diseñadas por su equipo de fundamentalistas, al margen de la ley y en nombre de la seguridad nacional, para obtener "resultados" en la lucha contra el terrorismo. La tormenta perfecta ha descargado sobre Obama, que no desea abrir un juicio sobre el pasado reciente de Estados Unidos. No puede aparecer como blando en la defensa frente a Al Qaeda ni desea abrir una causa general contrabrir una causa general contra su antecesor, que podría provocar un desgarro civil cuando Estados Unidos vive la mayor crisis económica desde la Gran Depresión. No olvidemos, con perspectiva histórica, un antecedente significativo: el perdón concedido en 1974 por Gerald Ford al presidente Nixon tras el escándalo Watergate. Sirvió para cauterizar heridas y unir a la nación en los difíciles momentos de la primera dimisión en la historia de un presidente.

Como le ocurrió a John F. Kennedy en sus primeros 100 días, en plena guerra fría, también a Obama, casi medio siglo después, se le ha aparecido el fantasma de la CIA. Para JFK fue el regalo envenenado de Eisenhower y la CIA de Allen Dulles, con la invasión de Cuba por mercenarios con apoyo militar norteamericano que concluyó, en abril de 1961, con el fracaso de Bahía Cochinos y la consolidación del castrismo. Kennedy no se atrevió a suspender la invasión servida en bandeja por su antecesor republicano. Obama se vio obligado la semana pasada a acudir a la sede de la CIA, en Langley, a las afueras de Washington, para garantizar a sus agentes que no serán perseguidos legalmente por las torturas perpetradas contra supuestos terroristas islámicos. El presidente de EE UU ya ha topado con la razón de Estado y la zona gris de la política, que acaban encogiendo las promesas y los ideales morales del político en campaña.

Lincoln tenía razón cuando confesó: "No he controlado los acontecimientos, éstos me han controlado a mí". Pero la tozudez de las historias mal sepultadas, en España todavía lo debatimos, sólo empaña parcialmente el arranque fulgurante y, en gran medida, acertado de la presidencia de Obama. Lógicamente no puede reclamar aún logros importantes. Pero Obama sí ha demostrado que es capaz de hacer más de dos cosas a la vez. Aun siendo consciente de que la lucha contra la crisis hará o deshará su presidencia, ha atendido a otros frentes. Obama ha conseguido en este primer compás de su presidencia dos objetivos fundamentales. En primer lugar, ha obtenido la luz verde del resto del mundo para que sea EE UU, el país que ha infectado todo el planeta, quien refunde el capitalismo. Para ello utilizará las mismas instituciones que le han servido para mantener su hegemonía económica desde 1945. El fin del capitalismo tendrá que esperar.

En segundo lugar, Obama ha pasado la esponja para lavar la negativa imagen de EE UU consolidada globalmente tras ocho años de presidencia de Bush. Con sus promesas de diálogo entre iguales, de no imposición -"He venido a escuchar, no a dar lecciones", dijo en Europa- y reconocimiento de errores en Latinoamérica arrebata las banderas de las que se ha alimentado el antiamericanismo. Se trata de dar los primeros pasos para restaurar una cierta indispensabilidad de EE UU, ayudada por una China embebida en sí misma, y una Europa incapaz de traducir su peso demográfico y económico en influencia polío a Turquía y ha ofrecido un diálogo respetuoso con el mundo musulmán. Ha reconocido la importancia de Irán; ha reprogramado la relación con Rusia y anuncia un diálogo estratégico y económico con la poderosa China. Sin embargo, se le ha atragantado Oriente Próximo y plantea una nueva guerra en Afganistán mientras el radicalismo islámico amenaza con colapsar Pakistán.

Obama todo lo hace con sentido práctico. Salta por encima del proceso político y continúa en campaña dirigiéndose directamente a los ciudadanos. Utiliza como nadie el púlpito que le ofrece la Casa Blanca. Su ideología es el estilo, la visión de futuro, la promesa de un nuevo EE UU. Ha visto el otro lado del túnel o así nos lo hace querer creer. No nos engañemos, Obama rechaza el declive de EE UU. Probablemente crea que podrá ejercer durante años una hegemonía benigna. Como ha escrito Parag Khanna en su provocador libro, recién publicado en España, El segundo mundo (Paidós), "EE UU podría realmente incrementar su influencia si atempera su poder". Quizás Obama esté tratando de hacerlo.


Fuente: El País.com
Autor: Francisco G. Basterra, español docente en la Universidad Complutense. Ex director general de CNN+ y director de los Servicios Informativos de Canal+. Colaborador habitual de El País, del cual fue subdirector de la edición dominical.

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domingo, 19 de abril de 2009

Necesitamos a los superhéroes. Por Guillermo Altares

Personajes nacidos en un mundo de totalitarismos y guerra arrasan hoy en el cine y la televisión - La cultura occidental sigue fascinada por quienes reflejan sus sueños.
En realidad, todas las historias arrancan de una historia, todos los libros nacen de un libro, bueno, de dos, en uno se relata una gran batalla entre Oriente y Occidente por el amor de una mujer y en otro se habla de un hombre que se pierde al regresar a casa. "Canta, o diosa, la cólera de Aquiles", comienza la Iliada. "Cuéntame musa las aventuras de aquel varón de tan variado ingenio", arranca la Odisea. Los dos tienen un punto en común: el héroe, esa figura dotada de superpoderes que a lo largo de los siglos ha llegado hasta nosotros con diferentes formas y colores, pero con un mismo fondo. Como dice la vieja canción de David Bowie, "podemos ser héroes, sólo por un día". Desde Homero hasta los Watchmen, desde Ulises hasta El caballero oscuro, ya sea en forma de tebeos, películas o series de televisión, los superhéroes son una inagotable fuente de fascinación y un negocio global más que rentable.

En el siglo XXI, la fascinación por los superhéroes ha resurgido con taquillas millonarias. Cine, televisión, quioscos y librerías viven una renovada fiebre en torno a personajes concebidos en otra época, la de los totalitarismos y la II Guerra Mundial. ¿Por qué vuelve a actuar el imán de estos hombres extraordinarios?

"Es una atracción por los individuos que se salen de lo corriente porque siempre, desde la antigua Grecia hasta ahora, se han buscado personajes ejemplares", explica Carlos García Gual, catedrático de filología griega de la Universidad Complutense y uno de los grandes expertos españoles en el mundo clásico. "También tienen algo de culebrón, te enganchan, como te engancha Perdidos. Algunas series se prolongan desde hace décadas", señala David López, que desde Zaragoza dibuja superhéroes para DC Comics y Marvel (las dos grandes compañías del sector). "Tiene mucho que ver con los dioses griegos y romanos. La cultura occidental está llena de superhéroes, que funcionan con los mismos arquetipos, con los mismos modelos", prosigue este dibujante de 33 años. "Los superhéroes ya existían en la Iliada. En vez de dioses, creamos superhéroes, pero también forman una especie de panteón divino", señala Salvador Larroca, valenciano de 44 años y dibujante estrella de la Marvel, sobre todo de X Men y la Patrulla X.

Los antihéroes de las novelas gráficas, como Corto Maltés, se equivocan, dudan y se enamoran siempre de una chica que los deja plantados. Los superhéroes, en cambio, son irresistibles, siempre saben qué hacer, siempre toman la decisión adecuada, no envejecen y van de hazaña en hazaña, enfrentados a villanos casi tan potentes como ellos. Son héroes épicos que, a diferencia de los héroes de las comedias, no cambian, no maduran, no sufren, no dudan, son perfectos. Bueno, por lo menos al principio, cuando fueron creados, porque a partir de los años setenta se fueron humanizando, comenzaron a sufrir, a dudar, a envejecer, aunque seguían sin equivocarse.

A mediados de marzo se vendió en una subasta en Nueva York un ejemplar del primer cómic de Superman por 317.000 dólares. Costaba 10 céntimos cuando salió a la calle, en junio de 1938, y sólo quedan 100 copias en circulación. Con este tebeo escrito por Jerry Siegel y dibujado por Joe Shuster, que contaba la historia de Kal-El, el hijo de Jor-El y Lara, que acaba salvando a los habitantes de la tierra de todo tipo de malvados y catástrofes, nació el mercado y el mundo de los superhéroes contemporáneos. Ahora Marvel y DC Comics venden cientos de miles de ejemplares al año en España de series y subseries con precios que van desde 1,95 euros por un tebeo grapado de 24 páginas. En Estados Unidos, una de las compañías ha subido el precio hasta los 3,99 dólares mientras que Marvel lo hará en junio. En cualquier caso, se trata de un entretenimiento popular y masivo.

El caballero oscuro, la cuarta entrega cinematográfica de Batman, fue la película más taquillera del mundo en 2008 (en España recaudó 11 millones de euros), mientras que Watchmen, la película basada en la novela gráfica de Alan Moore que cambió la historia del cómic y de los superhéroes, ha sido uno de los estrenos más comentados de los últimos años. La última película de superhéroes, Lobezno, los orígenes, fue pirateada un mes antes de su estreno y colocada a principios de abril en Internet cuando todavía no estaba terminada ("Es como un Ferrari al que le falta una capa de pintura", dijo su protagonista, Hugh Jackman). En sólo unas horas, más de un millón de personas la habían descargado.

Pero el concepto es mucho más antiguo que este boom en la era del consumo de masas, más viejo que la cultura pop. Los dioses de griegos y romanos tenían superpoderes y los héroes clásicos, sin ellos, vencían todo tipo de obstáculos con su inventiva, fuerza e ingenio. "Son sin duda un precedente", señala Francisco García Jurado, profesor de filología latina de la Universidad Complutense de Madrid. "Todos necesitamos tener héroes aunque son los griegos y los romanos los que le ponen el nombre. Los romanos tenían dos grandes héroes, Eneas y Hércules. De hecho, en el Museo Arqueológico Nacional hay un mosaico de los trabajos de Hércules, en el que ya aparecen viñetas", agrega este experto en literatura comparada. "Lo importante de ese mosaico es que demuestra que no puede haber héroes sino hay una representación colectiva", prosigue. "A Stan Lee, uno de los grandes creadores, le han llegado a llamar el Homero de los cómics", puntualiza Alejandro Martínez Viturbia, director editorial de Panini Cómics, la empresa española que distribuye Marvel.

"En el fondo, los superhéroes son la personificación de los sueños del ser humano, de perfección inmediata, en cierto sentido hasta los santos de la tradición cristiana son superhéroes", señala el escritor Rafael Martín, novelista, guionista de cómics y autor de varios ensayos sobre estos seres extraordinarios, el último de ellos W de Watchmen. Este especialista también considera que el origen del mito se remonta a los clásicos, pero se pregunta si antes de la aparición de Superman, en los albores de la II Guerra Mundial, cuando los totalitarismos eran un peligro claro e inminente, ya existían a través de personajes como Popeye, de 1939, o El hombre enmascarado, de 1936.

"Dos jóvenes consiguen crear un personaje que encarna todo lo que Estados Unidos quería ser después de la Gran Depresión. Es un personaje que representa también una esperanza exógena, justo antes de la II Guerra Mundial", explica Álvaro Pons, crítico de tebeos y autor del blog La cárcel de papel (www.lacarceldepapel.com), sobre el nacimiento de Superman, un personaje con el que se inicia lo que se ha llamado la Edad de Oro de los cómics, que se prolonga desde los años cuarenta hasta los años cincuenta. Fue entonces cuando nacieron Batman y Robin, Superwoman o The Flash, cuando los quioscos se llenaron de entretenimiento barato en forma de tiras, sobre todo por la compañía DC, mientras que Timely Comics (precedente de la Marvel) puso en circulación a personajes como Capitán América. También en aquellos años, Will Esneir, que luego revolucionaría la novela gráfica, creó The Spirit.

Con los sesenta, llegaron nuevos tiempos y también nuevos superhéroes mucho más humanos, más complejos. Personajes como Spiderman, X Men, Hulk, la Patrulla X, detrás de los que se encuentran nombres fundamentales en la historia del cómic como Stan Lee o Jack Kirby, se mueven en un mundo más realista, con problemas más pedestres (superpoderes aparte). Algunos son superhéroes por desgraciados accidentes, héroes a su pesar, encarcelados por su propia fuerza.

La última vuelta de tuerca al realismo se produce con Watchmen, para muchos el mejor cómic de superhéroes (aunque sólo aparezca un personaje con superpoderes), que Alan Moore y Dave Gibbons comenzaron a publicar en 1986. "Es muy importante porque reflexiona sobre las cosas que aceptamos en el mundo de los superhéroes, pero que en la vida real darían mucho miedo, porque es gente que te salva quieras o no", explica el historiador de los cómics Rafael Martín. ¿Qué ocurre cuando el Ejército de EE UU cuenta con un superhéroe en sus filas durante la guerra de Vietnam? Pues que la gana y la historia será diferente. Como dijo Alan Moore, la idea era arrancar con la muerte de un superhéroe para demostrar que las cosas no son lo que parecen.

Hay series, Superman sin ir más lejos, que llevan siete décadas en el mercado y siguen encontrando millones de compradores. Es una auténtica industria, que emplea a centenares de dibujantes, guionistas, coloristas, y que mes a mes coloca sus productos en los quioscos y en las tiendas. "Una de las cosas que mejor funcionan es el aspecto culebronero", explica el dibujante David García. "A Batman le salió un hijo hace unos años. Enganchan porque son historias épicas que se prologan durante años, pero también son familiares. Nos gustan porque los personajes se relacionan los unos con los otros. En algunos casos, al ser personajes que sigues desde pequeño, te llegan a importar realmente. Al construir ficciones, convertimos a los personajes en personas", agrega. "El género de superhéroes es un cajón de sastre en el cabe desde la novela negra hasta las aventuras o las historias de amor", señala Alejandro Martínez Viturbia.

Para otros expertos, la continuidad es una de las claves: al igual que con las series de televisión, una vez que te enganchas, te conviertes en un espectador/ comprador sempiterno. En realidad, el origen también es anterior: la continuidad seriada es el principio con el que se crearon los folletines a través de los que autores como Alejandro Dumas forjaron la novela contemporánea. "El gran hallazgo fue hacer que enganchasen como las tragedias griegas", afirma Rafael Martín.

Eso sí, el enganche y la duración tiene una contrapartida, que para algunos explica la caída de lectores en la última década (además de la mayor presencia de estos personajes en pantalla). Series muy largas, como Friends, no eran fácil de agarrar a medias. Pero hay tebeos que llevan en el mercado desde los años cuarenta complicándose y complicándose y no es fácil subirse en marcha. "Cada vez hay más lo que se llama crossover, las relaciones de unos tebeos con otros", explica Álvaro Pons. Para alguien que no haya bebido de esta cultura desde pequeño, puede llegar a ser un lío monumental o directamente un culebrón absurdo.

Para un neófito en el mundo de los superhéroes, navegar por las páginas web de DC Comics (www.dccomics.com) o de Marvel (www.marvel.com) es un encuentro en la tercera fase. Si uno se mete en la sección de personajes de Marvel, se encuentra con centenares de nombres, cada uno con su enlace, con su dibujo y con su historia, incluso el aficionado se puede descargar e instalar un buscador especial del Universo Marvel. Lo mismo ocurre con DC Comics. El problema está en que, incluso antes de los cruces entre las diferentes series, resulta un lío monumental para los que no estén acostumbrados a este universo infinito, que se prolonga y ramifica como un relato de Borges. Tal vez no todo el mundo esté contado en dos historias, haya leyendas más allá de los guerreros que luchan por una mujer y el hombre que vuelve a casa, aunque en todas las demás aparecen tipos con capas y superpoderes.


Fuente: ElPaís.com
Autor: Guillermo Altares, Madrid, junio 1968. Redactor jefe de Babelia, el suplemento cultural de El País, y fue el encargado de dirigir la renovación de la revista. Antes de incorporarse a ella fue redactor y reportero de la sección de Internacional, para la que cubrió acontecimientos como la caída de los talibanes en Afganistán en 2001, la posguerra de Irak en 2003, la guerra de Israel contra Líbano en 2006 o las elecciones presidenciales francesas de 2007. Con anterioridad a El País, trabajó en la delegación de la agencia France Presse en Madrid y en el desaparecido diario El Sol. Es autor del libro Esto es un infierno. Los personajes del cine bélico (1999) y ha colaborado en el ensayo colectivo Imágenes del mal (2003).
Fotografía: Imagen del videojuego "Marvel, ultimate alliance"

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jueves, 16 de abril de 2009

¿Fin de cuál capitalismo? Por Juan Manuel López Caballero

Diferentes teorías y, en consecuencia, diferentes recetas se han aplicado sin que sea claro que estas lleven a una salida exitosa del mal momento.

Más allá de la simple afirmación de que estamos en la peor crisis del sistema capitalista desde el año 29 (o de su historia), se ha buscado dar explicaciones que permitan proponer soluciones.

El primer y más generalizado diagnóstico no parece haber acertado; como la crisis comenzó por los castigos de cartera a los bancos de inversión por los paquetes de hipotecas subprime que intoxicaron el mundo financiero, se ha atribuido el problema a los efectos de las quiebras de las entidades de ese sector (bancos, aseguradoras, etc.), supuestamente porque al no poder irrigar el crédito toda la economía colapsaría.

Por eso se han destinado billones y billones, tanto en Estados Unidos como en Europa y Asia, a mantener a flote las compañías que además de tener que responder por el dinero del público cumplen la función de trasladar el ahorro a la inversión.

Sin embargo, ya hay un cuasi consenso en cuanto a que esto o no ha solucionado la crisis o no ha sido suficiente. Y ha tocado reconocer que el sector productivo también está en problemas y no solo por la falta de crédito (ejemplo: las ayudas a los fabricantes de automóviles en cada país).

Pensando que la solución puede estar en el lado de la demanda, también se han propuesto alternativas que van desde refinanciar a los deudores hasta disminuir los impuestos. Se habla también de una revancha keynesiana, o neokeynesianismo, consistente en grandes programas de inversión que, aunque generadores de grandes déficits fiscales, podrían mantener el empleo y el ingreso para evitar una mayor recesión y un mayor impacto social. También se considera que entramos en una etapa de neoproteccionismo, donde, para el mismo propósito, cada país defiende su industria local.

En fin, diferentes teorías y en consecuencia diferentes recetas se han aplicado sin que sea claro que estas lleven a una salida exitosa del mal momento.

En la reunión del G20 dos posiciones parecen presentarse: la liderada por la Canciller alemana que sostiene que hay que dejar que los remedios implementados en cada país produzcan sus efectos y que lo que toca es preocuparse por la postcrisis y el nuevo orden a crear; y la de quienes desean globalizar el manejo de la crisis, tomando decisiones conjuntas para afrontar la coyuntura.

Al lado de esto se presentan la crisis energética, el cambio ambiental, el aumento de la protesta social, no como consecuencia del modelo capitalista sino como problemas paralelos y, quien sabe por qué, coincidentes pero no dependientes o derivados de un mismo origen.

De esta manera se asume que no es el sistema capitalista mismo el que está en juego sino, internamente, alguna falla que se podrá corregir; y para esos 'paralelos' se buscan las respuestas en los mismos principios del sistema (incentivos económicos y regulaciones).

Se llega a reconocer que los excesos del neoliberalismo como modalidad del capitalismo produjeron la actual catástrofe, pero se supone que con algunos mecanismos regulatorios esto se corrige.

No se asume como una crisis integral, que abarca al sistema capitalista en su conjunto, en otras dimensiones, políticas, sociales, ideológicas, ecológicas, internacionales... que va mucho más allá de una mera crisis bancaria o aún económica.

Hay otras interpretaciones que parten de análisis diferentes y plantean la necesidad de denunciar las mentiras que permanentemente divulga la prensa para minimizar la situación. La gente debe tomar conciencia, por ejemplo, de que el cambio climático puede llevar a una catástrofe de dimensiones incalculables. Pero también de que no es una serie de "desastres naturales" sino creados por el hombre, por un sistema que transforma la naturaleza en recursos económicos, en mercancías que pueden utilizarse sin limitación alguna.

El capitalismo puede haber desarrollado características que depredan más allá de lo que las fuerzas productivas generan, hasta un punto tal en que el conjunto del sistema no puede reproducirse más...

En su modalidad neoliberal permitió y propició el crecimiento de un sector especulativo desbordado. El mercado real hoy es insignificante ante una especie de casino donde se tranzan productos virtuales 60 veces mayores que el total de los presupuestos de todas las naciones.

Por ejemplo, en Colombia en el mercado de futuros de divisas se llegan a realizar en un día compraventas de dólares por sumas del orden de lo que el gobierno americano ha entregado en un año para el Plan Colombia. Es claro que ni en un año podrían los particulares hacer transacciones en efectivo por esas sumas. Lo que sucede es que juegan unos a que el dólar subirá (o a subirlo) y otros a la baja (o a bajarlo) cruzando y liquidando operaciones solo alrededor del cambio en la cotización pero sin que se produzcan los correspondientes movimientos del capital. Y el casino no es nuestra insignificante bolsa sino el conjunto de bolsas de valores e 'inversionistas' o sea jugadores del conjunto del mundo. Entonces, el valor del dólar -y el valor de los commodities y en consecuencia en alguna forma de todos los bienes- no lo determinan la oferta y demanda real de cada cosa sino los jugadores del casino...

Esto lleva a una inconsistencia del capitalismo, puesto que el mercado, que supone ordenar el uso de los recursos mediante el valor que asigna a cada bien, está completamente distorsionado. Como la especulación en el sistema financiero con sus 'derivados' es la evolución natural del capitalismo, el único camino para salir de la encrucijada a la cual hemos llegado sería cambiarlo por un sistema diferente.

Esa 'pirámide' de tahúres no es una realidad separada, independiente de la llamada economía real o productiva: fue engendrada por la dinámica del conjunto del sistema capitalista al igual que las necesidades de rentabilidad de las empresas transnacionales o las necesidades de financiamiento de los Estados. No es una red de especuladores autistas ajenos a la racionalidad misma de esta civilización sino la premonición de su decadencia.

Por otro lado, el crecimiento mundial depende de los cambios tecnológicos. Pero ello ha llevado a que estos tengan un tiempo de aplicación muy corto mientras que su costo es cada vez mayor. En estas condiciones, no se logra amortizar la inversión en el tiempo, ni acumular nuevo capital ya que el que así se forma toca desecharlo cada vez más rápido. El PIB mundial ha disminuido su crecimiento y, teniendo en cuenta lo anterior, su aumento real está hoy prácticamente por debajo del crecimiento demográfico.

Así las cosas, ante una torta que crece al mismo ritmo que la población que la consume, la competencia lo que determina es quién le quita a quién su parte. En esta etapa del capitalismo los 'daños colaterales' (medio ambiente, etc.) son despreciados al igual que los efectos sociales: solo se puede acumular en detrimento de lo uno o de lo otro. Esto explica el aumento de la desigualdad, de la pobreza, y el deterioro planetario, puesto que son estos los que permiten que sobreviva el sistema capitalista.

No sin razón Zbigniew Brzezinski -quien es el Henry Kissinger del partido demócrata hoy en el poder- dejó sus reflexiones sobre política internacional y advierte sobre la posibilidad de agravamiento de los conflictos sociales en los Estados Unidos y el mundo.


Fuente: Dinero.com
Autor: Juan Manuel López Caballero, consultor, economista, escritor e investigador colombiano.

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martes, 14 de abril de 2009

"Mumbai y el 9-11 fueron autoatentados" según ex jefe de los servicios secretos pakistaníes


Extracto de la entrevista a Hamid Gul en la CNN el 7 de diciembre de 2008 (con subtítulos en español)

Poco menos que polémicas fueron las declaraciones -en vivo y vía satélite- del General Hamid Gul, ex jefe de los servicios secretos pakistaníes (ISI) quien no reparó en repercusiones al declarar por el canal de noticias estadounidense CNN que tanto los atentados en Mumbai como los del 11-S, fueron operaciones de “falsa bandera”.

El General Hamid Gul habló sin rodeos. En una entrevista en el canal norteamericano CNN, el ex jefe del ISI calificó a los atentados de Mumbai y del 11 de septiembre como “operaciones desde adentro”, a lo que su entrevistador Fareed Zakaria, miembro del CFR, (Council on Foreign Relations) reaccionó diciendo a sus espectadores que las opiniones del General eran “erróneas y totalmente desacreditables”.

En estos días se efectuaron arrestos que arrojaron más evidencia que indica la complicidad interna en los atentados en el centro financiero indio.

Gul apuntó a Mukthar Ahmed, un oficial de policía de contrainsurgencia “que pudo haber estado en una misión encubierta” para las autoridades indias, quien fue arrestado por comprar ilegalmente tarjetas de teléfonos móviles utilizadas por los terroristas de Mumbai. Es aquí donde el General pakistaní acierta en que los hombres que aterrorizaron India no pudieron llevar a cabo su masacre sin ayuda interna.

Cuando Zakaria le preguntó al General sobre quién pudo haber sido el autor del 11-S, Gul respondió:

“Bueno, ya lo dije antes en público y dije que fueron los sionistas y los neoconservadores. Ellos lo hicieron, fue un autoatentado.”

Gul luego argumentó que el eje anglonorteamericano-israeli estaba “buscando una oportunidad” en un marco en donde la región eurasiática todavía tiene vacíos de presencia americana. La motivación principal “por supuesto es controlar el abastecimiento energético del mundo”, explicó Hamid Gul para luego anticiparse con el juego geopolítico-militar:

“En el presente es Medio Oriente, pero en el futuro se expandirán a Asia Central”

El ex jefe del ISI continuó diciendo que la evidencia de que los atentados al World Trade Center fueron planeados por Osama bin Laden y ejecutados por Al Qaeda nunca fueron presentadas y que aún hoy ese evento continua “envuelto en un misterio”.

El General Hamid Gul no es el único que tuvo las agallas de hacer este tipo de comentarios. Francesco Cossiga, ex presidente de Italia -y miembro fundador de los cuerpos clandestinos Gladio- en abiertas declaraciones al prestigioso Corriere della Sera italiano dijo: “Nos hicieron creer que Ben Laden había confesado [ser el autor] del ataque del 11 de septiembre de 2001 contra las dos torres de Nueva York ,cuando en realidad los servicios secretos estadounidenses y europeos saben perfectamente que aquel desastroso ataque fue planificado y ejecutado por la CIA y el Mossad, para acusar de terrorismo a los países árabes y así poder atacar Irak y Afganistán”.

Gul concluyó que los ataques del 11-S fueron planeados dentro de Estados Unidos por un grupo de gente con una delicada agenda que “puso al mundo patas para arriba”.


Entrevista completa (en inglés)


Fuente: La Gran Farsa

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domingo, 12 de abril de 2009

La caída de los templarios y el quantitative easing. Por Ignacio de la Torre

El 19 de Marzo de 1314 Jacques de Molay, último maestre general de los templarios, fue quemado vivo en una hoguera levantada a unos cientos de metros frente a Nôtre Dame, en un extremos de L’île de la Cité, justo debajo del actual Pont Neuf, (que a pesar de su nombre es el más antiguo de París). Siete años antes, en 1307, la mayoría de los templarios franceses fueron arrestados en una operación policial sin precedentes, y sus bienes apresados por el Rey Felipe IV. Pronto, otros monarcas europeos siguieron el ejemplo, y en 1312 el Papa Clemente V, sometido a fuertes presiones, aceptó suprimir la Orden. ¿Qué había ocurrido para que la orden militar más poderosa de la cristiandad fuese desmantelada por los poderes fácticos en cuestión de cinco años? Les sorprendería saber que el quantitative easing (en cristiano “máquina de imprimir”) emprendido por Francia desde 1290 tuvo mucho que ver en tan fatídico desenlace. Veamos.

Felipe IV llega al poder en 1285, y pronto emprende una agresiva política exterior que se traduce en continuas guerras, que no pueden ser sostenidas por los ingresos públicos. Para solucionar este problema, el Rey comienza a reacuñar la moneda eliminando un porcentaje de plata y añadiendo vellón. Estos ingresos extraordinarios de la plata que se extraía de cada moneda en las cecas reales hicieron frente durante más de 15 años a los gastos bélicos. El coste económico fue enorme: al distribuirse la moneda debilitada (que la gente llamaba “falsa”) los precios se dispararon, la plata y el oro pronto desaparecieron de la circulación, y los franceses sabiamente escondieron las monedas fuertes para evitar que les fueran sustituidas por las nuevas monedas débiles. Se cumplió así la ley de Gesham por la cual la moneda débil desplazaba a la fuerte.

Esta situación provocó una parálisis general en el reino, ya que desaparecía el numerario para realizar transacciones, y poco a poco la economía, incursa en una importante contracción, volvió al trueque. En su desesperación ante la falta de dinero, el Rey no sólo prohibió con la pena capital toda exportación de metal precioso, sino que además ordenó a los funcionarios llevar a las cecas todas las vasijas de plata que encontrasen, para así poder emitir moneda. Sin embargo, como la historia ha demostrado a lo largo de los siglos, el poder político poco puede hacer frente a las leyes económicas cuando se ha jugado con el valor de la moneda. El caso es que la plata siguió desapareciendo, y los precios disparándose. Como consecuencia, el valor de la libra tornesa (la moneda de referencia en Francia en el siglo XIII) se hundió en los mercados internacionales frente a monedas más fuertes como la libra esterlina inglesa, y por supuesto frente al precio de los metales preciosos (oro y plata) que se disparó en términos de la moneda francesa.

Pronto el Rey buscó fuentes alternativas de efectivo, para hacer frente al caos que había creado. En 1292 los comerciantes lombardos fueron arrestados, y sus bienes apresados. Sólo obtuvieron su libertad tras “comprar” bajo coacción la nacionalidad francesa. Como los gastos bélicos siguieron superando con creces los ingresos, se tuvo que acelerar el programa de debilitamiento de la moneda.

Una situación fuerte de inflación beneficia al endeudado (campesinos y la Corona), a costa de los prestatarios (aristocracia y clero), que veían con horror cómo sus préstamos a favor, otorgados en moneda fuerte, eran devueltos en moneda débil. La situación se hizo insostenible, y los obispos y la alta nobleza enviaron un ultimátum a Felipe IV para que pusiera fin al caos monetario. Como por fin las armas francesas se habían impuesto al enemigo flamenco en 1305, el Rey decidió que había llegado el momento para reorganizar la situación. Para eso hacía falta volver a la “buena moneda” y ese paso exigía encontrar ingentes cantidades de plata.

En 1306 los judíos fueron arrestados, sus bienes confiscados, y se decretó una orden de expulsión. La moneda francesa siguió depreciándose, lo que muestra que el efectivo capturado a los judíos no fue suficiente para reacuñar la moneda fuerte. La suerte de los templarios estaba sellada. El año siguiente a su captura Francia volvió a emitir moneda fuerte, lo que nos da una pista sobre qué ocurrió con el famoso tesoro de los templarios.

Tenemos por tanto una situación de déficit público desbocado, escasez de liquidez acuciante, creación de dinero sin valor, precio del oro y de la plata disparado frente a la moneda en curso ¿les suena? Al final hay que pagar tantos excesos. En la época de Felipe IV pagaron lombardos, judíos y templarios. ¿Y hoy? ¿A quién quemarán en las hogueras mediáticas nuestros políticos para buscar un culpable al caos que han contribuido a crear?


Fuente: Cotizalia.com / Nota: recomiendo leer los comentarios en la fuente, en especial los de "desde londres". Tato
Autor: Ignacio de la Torre, director académico de los masters en finanzas del IE Business School, profesor de contabilidad creativa en dicha institución y durante 10 años analista y vendedor de bolsa en UBS y en Deutsche Bank.

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domingo, 5 de abril de 2009

Nostalgia de Gobierno mundial. Por Juan Ignacio Crespo

La expectación generada por la reunión del G-20 ha puesto de relieve el grado de ingenuidad con el que la población mundial confía mayoritariamente en sus dirigentes. Éstos les han sabido corresponder con una gran operación de propaganda fértil que, seguramente, va a contribuir de manera decisiva a que se cebe la bomba de la recuperación económica.

El éxito de la cumbre se resume en dos imágenes y en dos proclamas. La primera de estas últimas corresponde a Barack Obama y su afirmación de que al más mínimo síntoma de que los mercados financieros empiezan a desestabilizarse de nuevo, acudirá el grupo de los 20, de manera coordinada y con toda la artillería disponible, a ponerlos otra vez en su sitio. No sólo no decepciona, sino que responde a la expectativa de una población mundial doblemente asustada y necesitada de liderazgo.

De las dos imágenes poderosas, la más difundida es a la vez humana, espontánea e igualitaria; está diciendo a gritos que "los tiempos están cambiando": es la de Michelle Obama tomando por los hombros a la reina de Inglaterra. La otra, bastante menos conocida, es la de Barack Obama en la rueda de prensa final cuando, a la vez que parecía a punto de caer dormido de cansancio, bromeaba con una periodista india sobre la entrevista que había mantenido con el presidente de su país. Obama le preguntó entre risas si confiaba en su presidente y la periodista respondió (más que emocionada, arrobada) que sí, culminando la escena en un dúo elogioso hacia los logros del mandatario indio.

¿Qué decir de los acuerdos? Los hay de orden muy distinto. La eliminación de los paraísos fiscales pertenece al terreno estricto de la moral ciudadana. No contribuirá a mejorar la crisis económica y financiera, excepto en la medida en que eso permita incrementar los ingresos por impuestos en un momento en que el gasto presupuestario está creciendo a pasos de gigante, aunque hay que tener claro que ni los paraísos fiscales provocaron la crisis ni los que tuvieran su patrimonio depositado allí habrán podido eludir las pérdidas, como el resto del mundo. De la moralización que se extiende a las retribuciones de los directivos se derivará algo muy práctico y es que evitará que éstos asuman riesgos que atenten contra las normas contables y contra el sentido común.

La creación de una nueva arquitectura financiera internacional (y el dotar de más poder al FMI) tiene la fuerza relativa de lo manido reformulado. Si no se legisla pronto sobre todo ello (aunque sea para que entre en vigor dentro de unos años) se corre el peligro de que la vuelta de la prosperidad acabe con los buenos propósitos.

Junto a Obama, hay que reconocer que Gordon Brown ha estado particularmente inspirado, ya que al señalar a los cinco billones de dólares de gasto público conjunto de los países asistentes a la reunión de Londres parecía estar diciendo: ¡éstos son nuestros poderes! Y eso a pesar de que aquí la magia empiece a verse sustituida por la prestidigitación, pues no se trata de dinero nuevo para gastar que se haya comprometido en la cumbre de Londres sino, más bien, de lo que el FMI estima que será el déficit conjunto de los 20 entre 2007 y 2010.

A Gordon Brown, que es conocido por este tipo de trucos, le ha criticado sin contemplaciones la prensa de su país, pero hay que reconocerle el mérito del mejor marketing: cinco billones de dólares, cuando se ven todos juntos, parecen una cantidad a la que no hay recesión que se resista; mucho mayor que cuando se computan por separado. Seguramente él ha sido consciente del efecto multiplicador de presentarlos así, sumados, pero puede que se le haya escapado lo que es su verdadero hallazgo: ha presentado por primera vez un presupuesto de gasto "mundial" para combatir la crisis. Con ello ha pulsado la cuerda de un anhelo propio de la era de la globalización (que mezcla idiomas, costumbres y actividades económicas). Ha dado directamente en el corazón de la nostalgia por las cosas no vividas. Ha hablado, sin saberlo, de un Gobierno mundial.


Fuente: ElPaís.com
Autor: Juan Ignacio Crespo es analista económico, matemático y especialista en mercados financieros. También es el director europeo de Thomson Reuters, el mayor proveedor del mundo de información financiera.

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miércoles, 1 de abril de 2009

La manera de no recuperarse. Por Joseph E. Stiglitz

Algunos pensaban que al elegir a Barack Obama todo cambiaría en Estados Unidos. Como no ha sido así, incluso después de que se aprobara una enorme ley de estímulo y se presentara un nuevo programa para solucionar el problema de la vivienda y diversos planes para estabilizar el sistema financiero, hay incluso quien empieza a culpar a Obama y a su equipo.

Sin embargo, Obama ha heredado una economía en caída libre y era imposible que cambiara la situación en el corto plazo transcurrido desde que ocupa el cargo. Meses antes de abandonar la Casa Blanca, el presidente Bush parecía un ciervo atrapado por los faros de un coche: paralizado e incapaz de hacer prácticamente nada. Es un alivio que por fin Estados Unidos tenga un presidente capaz de actuar, y lo que ha estado haciendo supondrá una gran diferencia.

Por desgracia, lo que está haciendo no basta. El plan de estímulo parece grande -más del 2% del PIB anual-, pero un tercio se va en reducciones de impuestos. Y dado que los estadounidenses afrontan deudas importantes, un desempleo en rápido crecimiento (con el peor sistema de compensación por desempleo de todos los países industrializados) y una caída de los precios bursátiles es probable que ahorren buena parte de esa reducción fiscal.

Casi la mitad del estímulo se limita a compensar el efecto de contracción de los recortes estatales. Los 50 Estados del país deben mantener un presupuesto equilibrado. Hace unos meses se calculaba que el déficit total ascendía a 150.000 millones de dólares; ahora la cifra debe de ser mucho mayor; de hecho, solamente el déficit de California alcanza ya los 40.000 millones de dólares.

Los ahorros de las familias empiezan por fin a crecer, lo cual es bueno para la salud de sus finanzas a largo plazo, pero desastroso para el crecimiento económico. Mientras tanto, la inversión y las exportaciones también están cayendo. Los estabilizadores automáticos de Estados Unidos -la progresividad de nuestros sistemas tributarios, la fortaleza de nuestro sistema de seguridad social- se han debilitado mucho, pero proporcionarán cierto estímulo, aunque el déficit presupuestario previsto se dispara hasta el 10% del PIB.

En resumidas cuentas, el estímulo robustecerá la economía estadounidense, pero probablemente no lo suficiente como para que vuelva a registrar un crecimiento fuerte. Ésta es una mala noticia también para el resto del mundo, porque una recuperación mundial fuerte necesita una economía estadounidense fuerte.

Sin embargo, los verdaderos fallos del programa de recuperación de Obama no radican en el plan de estímulo, sino en sus esfuerzos por revitalizar los mercados financieros. Los errores de Estados Unidos enseñan lecciones importantes a los demás países del mundo, que ahora tienen o tendrán problemas con sus bancos:

- Retrasar la reestructuración bancaria sale caro, tanto en lo que se refiere a los costes de los posibles rescates como a los daños que sufrirá la economía en general en el ínterin.

- A los Gobiernos no les gusta admitir los costes totales del problema, de modo que dan al sistema bancario lo justo para sobrevivir, pero no lo bastante como para devolverle la salud.

- La confianza es importante, pero debe cimentarse en unos fundamentos sólidos. Las medidas no deben basarse en la ficción de que se han hecho buenos préstamos, y que la sagacidad empresarial de los directivos y reguladores de los mercados financieros quedará confirmada una vez que se restaure la confianza.

- Es de esperar que los banqueros actúen en interés propio, sobre la base de los incentivos. Los incentivos perversos llevaron a asumir riesgos excesivos y los bancos que están a punto de hundirse, pero son demasiado grandes como para quebrar, volverán a asumir todavía más. Sabiendo que el Gobierno recogerá los pedazos si hace falta, pospondrán la concesión de hipotecas y pagarán miles de millones en primas y dividendos.

- Socializar las pérdidas y privatizar los beneficios es más preocupante que las consecuencias de nacionalizar los bancos. El trato se vuelve cada vez peor para los contribuyentes estadounidenses. En la primera ronda de inyecciones de efectivo obtuvieron aproximadamente 0,67 dólares en activos por cada dólar que pusieron (aunque los activos estaban casi con seguridad sobrevalorados y su valor cayó enseguida). Pero con las últimas inyecciones de efectivo se calcula que los estadounidenses reciben 0,25 dólares, o menos, por cada dólar que ponen. Malas condiciones significan una gran deuda nacional en el futuro. Una de las razones por las que posiblemente estamos obteniendo malas condiciones es que si obtuviésemos un valor justo por nuestro dinero, a estas alturas seríamos el accionista mayoritario de al menos uno de los grandes bancos.

- No confundamos salvar a los banqueros y a los accionistas con salvar a los bancos. Estados Unidos podía haber salvado a los bancos, y haberse olvidado de los accionistas, por mucho menos de lo que ha gastado.

- La economía de la filtración de la riqueza casi nunca funciona. Dar dinero a los bancos no ha ayudado a los propietarios de viviendas: cada vez hay más desahucios. Permitir que AIG quebrase tal vez habría perjudicado a algunas instituciones importantes para el sistema, pero lidiar con eso habría sido mejor que apostar más de 150.000 millones de dólares y esperar que parte de ellos vayan a parar donde hacen falta.

- La falta de transparencia metió al sistema financiero estadounidense en este lío. La falta de transparencia no lo sacará de él. El Gobierno de Obama promete cargar con las pérdidas para convencer a los fondos especulativos (hedge funds) y a otros inversores privados de que compren los activos incobrables de los bancos. Pero esto no establecerá "precios de mercado", como afirma la Administración. Si el Gobierno asume las pérdidas, los precios se distorsionan. Los bancos ya han incurrido en pérdidas y ahora sus beneficios deben producirse a expensas del contribuyente. Introducir a los hedge funds como terceras partes no hará sino aumentar el coste.

Más vale mirar hacia delante que hacia atrás, centrarse en reducir el riesgo de los nuevos préstamos y garantizar que los fondos crean nueva capacidad de préstamo. Agua pasada no mueve molino. Como punto de referencia, por cada 700.000 millones de dólares proporcionados a un banco nuevo, apalancado en una proporción de 10 a 1, se podrían haber financiado siete billones de nuevos préstamos.

El momento de creer que se puede crear algo de la nada debería estar superado. Las respuestas miopes de los políticos -que esperan salir del paso con un trato lo suficientemente pequeño como para agradar a los contribuyentes y lo suficientemente grande como para agradar a los bancos- no hacen más que prolongar el problema. Nos espera un punto muerto. Hará falta más dinero, pero los estadounidenses no están de humor para aportarlo, o, desde luego, no con las condiciones vistas hasta ahora. El pozo de dinero podría estar secándose y con él, quizá, también el optimismo y la esperanza legendarios de Estados Unidos.

Fuente: El País.com / © Project Syndicate, 2009.
Autor: Joseph E. Stiglitz, catedrático de Economía de la Universidad de Columbia y premio Nobel de Economía en 2001, es coautor, junto a Linda Bilmes, de The three trillion dollar war: the true costs of the Iraq conflict.
Traducción: News Clips.
Viñeta: Eneko / 20minutos.es

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