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martes, 20 de enero de 2009

Los límites del poder de la Casa Blanca. Por Joseph S. Nye

Este articulo ha salido publicado el día 7 de noviembre de 2008, en el diario El País, de España y lo he reservado para reproducirlo hoy; el día que Barack Obama es investido como el 44º Presidente de los Estados Unidos de América, días antes del 200 aniversario del nacimiento del presidente Abraham Lincoln. Editor

Uno de los primeros retos con los que se va a encontrar el presidente Barack Obama es la actual crisis financiera, que ha puesto en tela de juicio el poder estadounidense. Un artículo aparecido en The Far Eastern Economic Review proclama que "la crisis de Wall Street presagia un giro tectónico mundial: el comienzo del declive del poder estadounidense". El presidente ruso, Dmitri Medvédev, cree que la crisis es una señal de que el liderazgo mundial de EE UU está llegando a su fin, y el presidente venezolano, Hugo Chávez, ha declarado que Pekín es ya mucho más importante que Nueva York.

Sin embargo, el dólar, símbolo del poder de Estados Unidos, ha subido, en vez de bajar. Como destaca Kenneth Rogoff, catedrático de Harvard, "es irónico, después de que hayamos metido la pata hasta el fondo, que la reacción de los extranjeros sea invertir más dinero en nuestro país". Cuando Estados Unidos contrajo la gripe financiera, otros países le siguieron. Muchos extranjeros pasaron rápidamente de alegrarse del mal ajeno a tener miedo; y se refugiaron en la seguridad de los bonos del Tesoro estadounidense.

La fuerza de la economía estadounidense sigue siendo impresionante. El mal comportamiento de Wall Street y los reguladores estadounidenses le ha costado mucho al país en atractivo de su modelo económico, pero el golpe no tiene por qué ser fatal si, a diferencia de Japón en los años noventa, EE UU consigue absorber las pérdidas y limitar los daños. La economía estadounidense es la más competitiva del mundo, por la flexibilidad de su mercado de trabajo, la educación superior, la estabilidad política y la apertura a la innovación.

No obstante, cabe preguntarse sobre el futuro a largo plazo del poder estadounidense. Una previsión para 2025 que está elaborando el Consejo Nacional de Inteligencia de EE UU cree que el dominio de este país estará "muy disminuido" y que el terreno fundamental en el que persistirá la superioridad norteamericana -el poder militar- tendrá menos importancia en el mundo competitivo del futuro. No se trata tanto del declive de Estados Unidos como del ascenso de los demás.

En el mundo actual, el reparto de poder se parece a un complejo juego de ajedrez tridimensional. En el tablero superior, el poder militar es, en gran parte, unipolar, y seguramente seguirá siéndolo durante un tiempo. Pero, en el tablero intermedio, el poder económico ya es multipolar, con Estados Unidos, Europa, Japón y China como jugadores fundamentales y otros que adquieren cada vez más importancia.

El tablero inferior es el ámbito de las relaciones transnacionales que escapan al control de los Gobiernos. En él hay actores tan variados como los banqueros, los terroristas y los piratas informáticos. En él se incluyen también nuevos retos como las pandemias y el cambio climático. En este tablero inferior, el poder está muy disperso, y no tiene sentido hablar de unipolaridad, multipolaridad o hegemonía.

Después de la crisis financiera, el factor en la política interestatal más importante será la continuación del "regreso de Asia". El ascenso de China e India puede crear inestabilidad, pero es un problema con precedentes, y la historia puede enseñarnos cómo la política puede influir en el resultado. Hace un siglo, Gran Bretaña abordó el ascenso del poder estadounidense sin conflictos, mientras que el mundo no supo ocuparse debidamente del ascenso del poder alemán y eso desembocó en dos guerras mundiales.

También hay que hacer algo respecto al ascenso de los actores no estatales. En 2001, un grupo no estatal mató a más estadounidenses de los que Japón había matado en Pearl Harbor. Una pandemia propagada por aves o por viajeros en avión podría matar a más gente de la que murió en las dos guerras mundiales.

El reto al que se enfrenta Barack Obama es que cada vez hay más cuestiones y problemas que se escapan al control de los Estados, incluso del más poderoso. Aunque EE UU sigue saliendo bien parado según las formas tradicionales de medir el poder, dichas formas están cada vez más anticuadas para captar lo que hoy define la política mundial, que, debido a la revolución de la información y a la globalización, está cambiando de tal manera que es imposible que los estadounidenses logren todos sus objetivos internacionales si actúan a solas.

Por ejemplo, la estabilidad financiera mundial es fundamental para la prosperidad de Estados Unidos, pero se precisa la cooperación de otros países para garantizarla. El cambio climático también afectará a nuestra calidad de vida, pero Estados Unidos no puede abordar el problema por su cuenta. Y, en un mundo en el que las fronteras son cada vez más porosas y permiten el paso de todo, desde las drogas hasta el terrorismo, pasando por las enfermedades infecciosas, Estados Unidos debe movilizar coaliciones internacionales para afrontar amenazas y problemas comunes.

Estados Unidos es la mayor economía del mundo y su liderazgo seguirá siendo crucial. El problema del poder estadounidense tras la crisis financiera no es que esté en declive, sino que es preciso darse cuenta de que ni siquiera el país más poderoso puede alcanzar sus objetivos sin la ayuda de los demás. Por suerte, Barack Obama es consciente de ello.


Fuente: ElPaís.com / © Project Syndicate, 2008.
Autor: Joseph S. Nye Jr., decano de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard, fue presidente del Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos y Secretario Adjunto de Defensa en el gobierno de Clinton. Autor de Soft Power: The Means to Success in World Politics.
Traducción: María Luisa Rodríguez Tapia.

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